A menos de un año de las elecciones generales del 2026 en Perú, el panorama electoral se presenta sumamente abierto y peligroso para los candidatos que hoy lideran las encuestas. Según los últimos sondeos nacionales, Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori se mantienen en el primer y segundo lugar, pero no logran crecer en intención de voto pese a su exposición mediática y estructura partidaria.
Ambos candidatos parecen haber alcanzado un techo electoral que no consiguen romper, fluctuando en un rango del 10% y 7%-9% respectivamente, muy por debajo de sus desempeños en procesos anteriores. Los analistas coinciden en que tanto López Aliaga como Fujimori han agotado su voto duro, siendo figuras ampliamente conocidas pero también altamente polarizantes, con niveles de rechazo que les impiden captar a los indecisos.
En contraste con este estancamiento de los líderes, un dato comienza a llamar la atención en las encuestas: la aparición del candidato José Luna Gálvez, quien ya asoma con alrededor del 2% de intención de voto, pese a encontrarse todavía en una fase temprana de posicionamiento nacional. Aunque el porcentaje pueda parecer pequeño, la historia electoral reciente del Perú demuestra que no lo es, pues el candidato que aparece recién entre enero y febrero con 1% o 2% suele terminar ganando la elección.
El elemento decisivo del proceso sigue siendo el mismo: alrededor del 40% del electorado aún no decide su voto, se declara indeciso, en blanco o nulo. Este enorme bloque de votantes no se identifica con los líderes tradicionales ni responde a campañas agresivas, y puede cambiar el resultado en semanas.
En este escenario, liderar con 10% o 12% no garantiza absolutamente nada. La campaña recién empieza de verdad, y como ya ocurrió antes, el que hoy parece pequeño puede terminar siendo el ganador, mientras los favoritos descubren demasiado tarde que estar primeros... no era suficiente.











