La influenza y los resfriados comunes, infecciones respiratorias virales frecuentes, continúan siendo un desafío de salud pública cada año. Autoridades sanitarias y organismos internacionales recomiendan medidas preventivas en el hogar para reducir contagios, especialmente en niños y adultos mayores, grupos de mayor riesgo.
La influenza se caracteriza por un inicio súbito, fiebre alta, dolores musculares intensos y fatiga, mientras que el resfriado suele ser más leve, con congestión nasal y tos. De acuerdo con recomendaciones de los CDC y la Organización Mundial de la Salud (OMS), la vacunación anual contra la influenza es la principal herramienta para prevenir casos graves y reducir la transmisión. Está indicada para todas las personas desde los 6 meses de edad.
Otra medida fundamental es la higiene de manos, mediante lavado frecuente con agua y jabón durante al menos 20 segundos, o el uso de alcohol gel. A esto se suma la etiqueta respiratoria, que incluye cubrirse con el codo o un pañuelo desechable al toser o estornudar, y desecharlo de inmediato.
Los especialistas también recomiendan ventilar los espacios cerrados, limpiar superficies de contacto frecuente y evitar el contacto cercano con personas enfermas. Permanecer en casa cuando existen síntomas, al menos 24 horas después de que desaparezca la fiebre sin medicamentos, ayuda a cortar la cadena de contagio.
La vacunación infantil es un pilar en la prevención de enfermedades respiratorias. Según calendarios oficiales europeos y recomendaciones de asociaciones pediátricas, los niños reciben vacunas desde los 2 meses de edad contra múltiples enfermedades, incluida la influenza, cuya aplicación anual se recomienda entre los 6 y 59 meses, y en grupos de riesgo desde los 6 meses.
Las vacunas son seguras, gratuitas en sistemas públicos y reducen significativamente hospitalizaciones y complicaciones. Los expertos insisten en consultar siempre el calendario oficial vigente y al pediatra para asegurar esquemas completos.
Aunque la mayoría de cuadros se resuelven sin complicaciones, en niños pequeños y adultos mayores pueden presentarse riesgos. Se debe buscar atención inmediata ante dificultad respiratoria, fiebre persistente mayor a 40 C, decaimiento extremo, confusión, convulsiones o deshidratación. En bebés menores de 3 meses, cualquier fiebre es considerada una emergencia médica.
Médicos, pediatras e infectólogos coinciden en priorizar la vacunación anual, evitar la automedicación, no usar antibióticos para infecciones virales y mantener hidratación, reposo y control de síntomas con medicamentos indicados. Estas acciones, aplicadas de forma constante, contribuyen a proteger la salud de toda la familia.
