El impacto de la presión financiera repercute de manera directa en el bienestar emocional de las personas, con consecuencias reales sobre la salud mental. Si bien Paraguay ha mantenido un crecimiento económico sostenido en los últimos años, con expectativas positivas a futuro, la realidad de muchas familias es diferente.
La psicóloga clínica Lic. María Eugenia Rojas explica que cuando la preocupación por llegar a fin de mes se vuelve permanente, el cuerpo y la mente entran en un estado de alerta constante, lo que puede derivar en ansiedad, irritabilidad, insomnio e incluso depresión. Este estrés financiero no solo afecta al individuo, sino a todo el núcleo familiar, generando un clima de tensión que se instala en la cotidianidad del hogar.
Las discusiones sobre dinero, la incertidumbre frente a gastos imprevistos y el temor a perder el empleo pueden intensificar sentimientos de soledad y ansiedad, y profundizar los conflictos en las parejas. Incluso los niños y adolescentes perciben este clima de tensión, lo que puede traducirse en problemas de conducta, falta de concentración en la escuela o síntomas de ansiedad.
Más allá de los números, la presión económica sostenida puede manifestarse en síntomas físicos como dolores musculares, alteraciones del sueño o malestares gastrointestinales. A nivel emocional, se observan sentimientos de impotencia, culpa por no poder ofrecer más a la familia y una sensación de fracaso.
Para afrontar esta situación, los expertos recomiendan una comunicación abierta en la familia, la organización financiera compartida, buscar apoyo profesional y mantener espacios de descanso y autocuidado. Reconocer el vínculo entre la economía familiar y la salud mental es clave para promover estrategias de apoyo que vayan más allá de los indicadores macroeconómicos.










