El gobierno del presidente Luis Abinader en República Dominicana ha sido blanco de fuertes críticas debido a los casos de corrupción, narcotráfico y lavado de activos que han salpicado a su administración. Pese a que Abinader llegó al poder prometiendo un "cambio" y una lucha frontal contra la corrupción, su mandato se ha visto empañado por escándalos que involucran a altos funcionarios de su propio partido, el Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Según las informaciones de prensa, algunos miembros de la dirigencia del PRM habrían recibido dinero de procedencia dudosa, presuntamente utilizado para financiar campañas electorales. Esto ha puesto en entredicho la narrativa del "cambio" que Abinader enarboló durante su campaña, alimentando la percepción de que su gobierno no ha logrado romper con las viejas prácticas clientelares y de corrupción que han caracterizado a la política dominicana.
Uno de los casos más sonados es el de la institución SENSA, encargada de administrar la cobertura médica para miles de personas bajo el régimen subsidiado y contributivo. Según las investigaciones, funcionarios de esta entidad habrían estado involucrados en un desfalco millonario, lo que ha llevado a Abinader a tomar medidas reactivas, sometiendo a la justicia a los presuntos culpables.
Sin embargo, los analistas señalan que estas acciones puntuales no son suficientes y que el presidente debe ir más allá, abordando de raíz los problemas de corrupción y nepotismo que parecen estar enquistados en su propio equipo de gobierno. La falta de filtros en la selección de funcionarios ha expuesto la fragilidad del gobierno de Abinader, quien ahora enfrenta el reto de recuperar la credibilidad y la confianza de la ciudadanía.
Algunos expertos han advertido que, si Abinader no logra sincronizar adecuadamente la "transmisión administrativa" de su gobierno y corregir el rumbo, el "tren del cambio" podría convertirse en un "vagón descarrilado", arrastrando consigo la esperanza de una democracia más transparente en República Dominicana.
