La captura de Cristian Andrés Puentes Cárdenas, acusado de difundir videos sexuales de menores desde el municipio de Gigante, no es un simple caso judicial. Es un espejo incómodo que refleja la fragilidad de nuestra sociedad frente a los delitos digitales y la explotación infantil.
Lo ocurrido entre agosto de 2022 y diciembre de 2023, cuando Puentes Cárdenas transmitió imágenes de vejámenes sexuales contra menores a cambio de dinero, nos obliga a preguntarnos: ¿qué tan preparados estamos para enfrentar la obscenidad que circula en las redes?
La pornografía infantil es una de las formas más crueles de esclavitud contemporánea. No solo destruye la dignidad de las víctimas, sino que convierte su vulnerabilidad en mercancía. Y lo más alarmante es que este delito se perpetúa gracias a la indiferencia social y a la falta de controles efectivos en las plataformas digitales. Cada transmisión ilegal que se difunde es también un fracaso colectivo: de las instituciones que no previenen, de las empresas tecnológicas que no vigilan y de las comunidades que callan.
Se dio un primer paso por parte de la justicia con la captura de Puentes Cárdenas, quien deberá responder por el delito de pornografía infantil. Sin embargo, la cárcel, aunque necesaria, no es suficiente. Se requieren penas ejemplares que envíen un mensaje claro: la explotación de menores no admite concesiones. Pero, además, necesitamos políticas integrales que incluyan educación digital en las escuelas, campañas de prevención en las comunidades y un compromiso real de las plataformas tecnológicas para detectar y bloquear contenidos ilegales.
El municipio de Gigante no puede quedar marcado únicamente por la verg enza de este caso. Debe convertirse en símbolo de resistencia y protección. La defensa de la niñez es la defensa de la dignidad humana. Cada vez que un niño es vulnerado, la sociedad entera se degrada. Y cada vez que una red de explotación es desmantelada, damos un paso hacia una comunidad más justa.
Será que estamos haciendo lo suficiente para proteger a nuestros niños en el mundo digital, parece ser que no. Por eso este caso debe ser un punto de partida. La niñez no se negocia, no se explota, no se vende. Se defiende con firmeza, con justicia y con una sociedad que no tolere jamás la obscenidad de la pornografía infantil.












