El panorama global y nacional venezolano se encuentra en una encrucijada definitiva, según expertos consultados. No se trata de una división ideológica tradicional, sino de una fractura de carácter y propósito, una lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad que representan fuerzas destructivas como el chavismo.
El 2026 no admite neutralidad; será el año en que cada ciudadano deberá decidir si es parte de la solución o un componente más del estancamiento. La realidad venezolana obliga a elegir entre dos bandos claramente definidos: los que suman y construyen, y los que restan y esperan.
Según los expertos, la verdadera oportunidad de cambio no vendrá de un decreto extranjero, sino de la capacidad de los venezolanos para aprovechar las "rendijas" que se abren cuando el sistema se agota. Ser ciudadanos responsables y comprometidos, o seguir siendo meros espectadores, es el dilema que enfrentará el país.
El objetivo es que, cuando llegue el momento del cambio real, Venezuela cuente con ciudadanos organizados y dispuestos a reconstruir, y no con una masa de espectadores resignados esperando instrucciones. La organización interna es la única defensa real ante un mundo volátil.
Los expertos advierten que el 2026 debe encontrar a los venezolanos trabajando en proyectos de reestructuración estratégica, reforzando una alineación entre la visión política y la ejecución técnica. La "fruta madura" no caerá solo por gravedad si no hay manos preparadas para impulsarla y transformarla en algo nuevo.
"La Navidad es el recordatorio de que la esperanza requiere preparación, y no solo espera", concluyen los analistas. El futuro de Venezuela se definirá en el 2026, y los ciudadanos tendrán la responsabilidad de elegir entre ser parte de la solución o del estancamiento.
