El discurso de Nochebuena de Felipe VI este miércoles 24 de diciembre llega en un contexto delicado para la monarquía española. Después de un año sin sobresaltos internos, el Rey se enfrenta a dos relatos ajenos a su voluntad que afectan al reinado de perfil discreto que ha buscado durante sus 11 años y medio en el trono.
Por un lado, las memorias de su padre, el rey emérito Juan Carlos I, publicadas recientemente, en las que critica a la reina Letizia y se queja de la "insensibilidad" de Felipe VI al renunciar a la herencia familiar. Por otro, la próxima publicación de un libro de su excuñado Iñaki Urdangarin, condenado por el caso Nóos, que vuelve a colocar el foco en la percepción de privilegio y la impunidad de la corona.
Estos dos episodios, que parecían ya superados, vuelven a la actualidad de la mano de los dos protagonistas y ensombrecen la labor, por ahora sin desaciertos, de Felipe VI, quien ha evitado escándalos propios y ha mantenido una imagen de corrección institucional en un contexto político cada vez más polarizado.
La Zarzuela guarda silencio ante las revelaciones de Juan Carlos I, pero reaccionó con dureza ante el vídeo en el que el rey emérito pedía apoyo a los jóvenes para su hijo. Parece que la paciencia había llegado al límite.
Además, existe el temor de que la sombra de Juan Carlos I se alargue aún más, con la posibilidad de que se grabe una serie sobre su vida, algo que varios de sus amigos han asegurado que se está valorando.
Felipe VI afronta así su 12 discurso de Nochebuena enredado en la paradoja: ha cumplido su parte del contrato corrección institucional, ausencia de escándalos propios, disciplina constitucional , pero sigue pagando, en una institución hereditaria, por lo que hicieron sus familiares.




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