En 1926, la película soviética "El acorazado Potemkin" de Sergei Eisenstein causó un gran revuelo en Alemania cuando fue prohibida por las autoridades, que consideraban que la famosa escena de la escalera de Odesa representaba una "peligro para la seguridad pública". Sin embargo, la realidad detrás de este icónico momento del cine es mucho más compleja.
Según el reporte publicado en "El Comercio" en esa época, la secuencia de la escalinata de Odesa, donde supuestamente murieron miles de personas bajo el fuego cosaco, nunca ocurrió en la realidad. La verdadera represión se llevó a cabo de noche, en los suburbios de la ciudad, con un saldo de más de 2.000 víctimas. Pero en las escaleras no sonaron disparos cosacos, salvo en la imaginación del maestro del cine Eisenstein, quien construyó allí una de las secuencias más elogiadas, imitadas y admiradas en la historia del séptimo arte.
Eisenstein y su equipo llegaron a Odesa con la intención de filmar una reconstrucción de la Revolución de 1905, incluyendo el motín del acorazado Potemkin. Sin embargo, al descubrir el ambiente de la ciudad y su puerto, el cineasta decidió modificar su proyecto y convertir a los habitantes en protagonistas de una historia partida en dos por una secuencia de masacre.
Para lograr este efecto, Eisenstein tuvo que recurrir a una serie de experimentos técnicos, como el uso de pantallas reflectantes, fotografía desenfocada y plataformas móviles. Además, buscó a los supervivientes de la verdadera masacre y los integró en la filmación. De esta manera, cada fotograma de la famosa escena de la escalera de Odesa es el resultado de un minucioso trabajo que buscaba causar un efecto revolucionario en el espectador.
Lejos de ser una mera reconstrucción histórica, "El acorazado Potemkin" se convirtió en una obra maestra del cine gracias a la visión innovadora de Eisenstein. Su técnica y estilo, su modo de mostrar la realidad, alternando planos muy cortos con vistas casi generales, han llenado y llenarán aún muchas páginas de los manuales de cine. La utilización del montaje, la forma de presentar personajes o acontecimientos, y el interés por elevar a protagonista no al hombre como ser individual, sino a las masas, explican ese aire documental y auténtico de la película.
A pesar de las prohibiciones y censuras, como la publicada en "El Comercio", "El acorazado Potemkin" se convirtió en una obra reconocida a nivel mundial, tanto desde el punto de vista artístico como político. Su impacto en la historia del cine es innegable, y la famosa escena de la escalera de Odesa sigue siendo una de las secuencias más memorables y admiradas de todos los tiempos.
