Los científicos de la Escuela de Medicina Johns Hopkins han descubierto que el sulfuro de hidrógeno, el gas que produce el olor desagradable de las flatulencias, puede ayudar a proteger las células cerebrales envejecidas de los efectos de la enfermedad de Alzheimer.
En un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academies of Science, los investigadores encontraron que el sulfuro de hidrógeno, un gas producido naturalmente por el cuerpo humano, puede modificar proteínas clave mediante un proceso llamado sulfhidratación química. Los niveles de esta sulfhidratación disminuyen con la edad, y esta tendencia es aún más pronunciada en pacientes con Alzheimer.
"Nuestros nuevos datos vinculan firmemente el envejecimiento, la neurodegeneración y la señalización celular mediante el sulfuro de hidrógeno y otras moléculas gaseosas dentro de la célula", afirma el doctor Bindu Paul, autor correspondiente del estudio.
Para probar los efectos del sulfuro de hidrógeno, los científicos inyectaron un compuesto portador de esta molécula, llamado NaGYY, en ratones genéticamente modificados para imitar la enfermedad de Alzheimer. Después de 12 semanas de tratamiento, las pruebas de comportamiento mostraron que el sulfuro de hidrógeno mejoraba la función cognitiva y motora de los roedores en un 50% en comparación con los que no recibieron el tratamiento.
Los investigadores descubrieron que el sulfuro de hidrógeno ayuda a regular una enzima llamada glucógeno sintasa (GSK3 ), que normalmente se ve atraída en exceso por la proteína Tau en el cerebro de los pacientes con Alzheimer. Cuando GSK3 y Tau interactúan, Tau provoca aglomeraciones en el interior de las células nerviosas, bloqueando la comunicación entre los nervios y provocando finalmente su muerte.
"Comprender la cascada de acontecimientos es importante para diseñar terapias que puedan bloquear esta interacción, como es capaz de hacer el sulfuro de hidrógeno", afirmó Daniel Giovinazzo, estudiante de doctorado y primer autor del estudio.
Aunque el sulfuro de hidrógeno es tóxico en grandes cantidades, los investigadores creen que en dosis más pequeñas puede aportar beneficios importantes para la salud. Este descubrimiento abre la puerta a nuevas terapias potenciales para combatir los efectos devastadores del Alzheimer.












