La masacre perpetrada este fin de semana en Australia, cuando dos individuos dispararon sobre una reunión que congregaba a dos mil personas para la festividad hebrea denominada "Janucá" en Bondi Beach, una de las playas más famosas de Sídney, costó la vida a 12 personas, incluido el rabino, y dejó heridas a otras 29. Este ataque armado es coincidente con el ejecutado por Israel, también este fin de semana, cuando eliminó por medio de un bombardeo en Gaza a un líder palestino de alto perfil, ignorando el cese de hostilidades.
Infinidad de estudiosos y expertos han advertido continuamente que el genocidio cometido por los actuales gobernantes del Estado de Israel y las dirigencias de los países capitalistas desarrollados que apoyan la destrucción de Palestina, tendría un serio impacto en la subjetividad de una comunidad internacional que se encuentra reclamando el fin de la limpieza étnica y de los ataques indiscriminados que los hebreos mantienen en Gaza y Cisjordania, a pesar del "plan de paz" impuesto unilateralmente al pueblo palestino.
El creciente antisemitismo que se puede observar no es un residuo del pasado, sino un fenómeno persistente, mutable y transversal que adopta lenguajes nuevos de acuerdo con el clima político, mediático y cultural imperante. Existe continuidad entre un antisemitismo antiguo y el contemporáneo cuando se incorporan imaginarios colectivos donde el odio hacia los judíos no desaparece, sino que se reconfigura.
El antisemitismo representa una forma específica de rechazo, prejuicio, discriminación y violencia dirigida contra los judíos considerados no como individuos, sino como un colectivo con características específicas al que se le atribuyen rasgos negativos, intenciones ocultas o una culpabilidad permanente. Es la construcción del judío como enemigo simbólico, al que se le imputa un poder desmedido, una alteridad irreductible y una responsabilidad colectiva por distintos males sociales, económicos o políticos.
Este creciente antisemitismo atribuye a todos los judíos acciones o decisiones tomadas por otros individuos, grupos o Estados. El hebreo aparece como alguien que vive dentro de una sociedad pero que no se integra plenamente a ella, permaneciendo como un extranjero interno incapaz de integrarse realmente a la Nación. El antisemitismo no es solo un prejuicio más, sino una gramática del odio que convierte a un grupo específico en la explicación de un mal social total.
Por ello, criticar al Estado de Israel no es antisemitismo, mientras que sí lo es responsabilizar a todos los judíos por las acciones del actual gobierno encabezado por Benjamín Netanyahu e integrado por fanáticos y fundamentalistas. El antisemitismo no afecta solo a los judíos, sino que es un síntoma de degradación del espacio público que prepara el terreno para otras formas de exclusión y violencia. Si nadie detiene a este grupo gobernante, la historia se repetirá indefinidamente.











