La profunda crisis sistémica que vive Honduras requiere que todos, adultos y jóvenes, dejemos de ser agentes pasivos e indiferentes ante el bien colectivo. Debemos pasar a un nivel superior de involucramiento en las temáticas que nos afectan directamente en nuestras vidas y familias.
A nivel comunitario, en nuestras colonias y barrios, temas como seguridad, limpieza, espacios recreativos, educación y mantenimiento de infraestructura deben ser prioridad. Debemos exigir el rendimiento de cuentas a las autoridades electas y buscar soluciones consensuadas para mejorar nuestra calidad de vida.
A nivel nacional, tenemos el derecho y deber de colaborar en defender y consolidar el bien común. Debemos demandar a las autoridades el manejo transparente de presupuestos, la inversión social en áreas esenciales como salud y educación, y el combate a la corrupción e impunidad. La inacción conduce al deterioro y eventual colapso de la convivencia pacífica.
Esta realidad tiene graves consecuencias, como la pérdida del sentimiento patriótico, la dependencia de remesas y la fuga de capital humano calificado. Está en nuestras manos revertir este rumbo, no podemos ser ciegos, sordos o mudos ante esta crisis. Somos los responsables de nuestro hogar común: Honduras.












