En el último día del año, el autor nos propone tres deseos para el Ecuador en el 2026: mayor libertad económica, que todos puedan encontrar un espacio al cual pertenecer, y orgullo del pasado, presente y futuro del país.
Sobre el primer punto, el texto señala que Ecuador sufre de problemas estructurales que lo mantienen con bajos índices de desarrollo y alta pobreza. Esto se debe a malas decisiones políticas que han priorizado el discurso fácil antes que las decisiones responsables. Para generar empleo y riqueza, se necesita innovación, inversión, toma de riesgos y constancia en la actividad empresarial. Sin embargo, el país se ha empeñado en ponerle trabas a la empresa privada, llegando al extremo de excluirla de los sectores "estratégicos".
El autor considera que se requiere simplificación normativa, racionalidad tributaria, relaciones laborales justas y previsibilidad para liberar la creatividad y generar oportunidades. Es decir, mayor libertad económica.
En cuanto al segundo deseo, el texto resalta la importancia de que todos puedan encontrar un espacio al cual pertenecer, desde el núcleo familiar hasta la gran comunidad. Esto es fundamental para formar ciudadanos con valores en común y preocupados por el prójimo, cerrándole el paso a la delincuencia organizada que aprovecha la falta de identidad. Por ello, se vuelve urgente consolidar la prioridad de la familia y respaldarla como un espacio seguro para la construcción de seres humanos dignos.
Finalmente, el tercer deseo es el orgullo: del pasado, del presente y del futuro. Orgullo del camino recorrido que, pese a las dificultades, ha permitido sostener al país. Orgullo de la diversidad cultural y natural que vuelven a Ecuador un lugar único. Y orgullo de los sueños que se pueden convertir en realidad.
El autor concluye que estos tres deseos no requieren de un milagro, sino de arremangarnos y empujar hacia el mismo norte. Un próspero 2026 para el Ecuador.












