Los pescadores artesanales del archipiélago de San Andrés, en Colombia, viven atemorizados por los ataques aéreos y marítimos que han llevado a cabo las fuerzas estadounidenses en el marco de su estrategia contra el narcotráfico. Según los testimonios recogidos, más de 100 personas han muerto en estos bombardeos, sin que se haya podido demostrar su vinculación con el tráfico de drogas.
La situación se ha vuelto insostenible para estas comunidades, que dependen de la pesca para su sustento. Los pescadores temen por sus vidas cada vez que salen al mar, pues corren el riesgo de ser confundidos con narcotraficantes y sufrir las consecuencias de los ataques de la poderosa maquinaria bélica estadounidense.
"Salimos a pescar con miedo, sin saber si volveremos a casa. Nuestras embarcaciones son pequeñas y fáciles de confundir, y eso nos pone en la mira de los militares", relata Juana, una pescadora del archipiélago. "Hemos perdido a familiares y amigos en estos ataques, y vivimos con la incertidumbre de que en cualquier momento podemos ser los siguientes".
Las autoridades colombianas han denunciado en reiteradas ocasiones estos ataques indiscriminados, exigiendo a Estados Unidos que respete la soberanía del país y cese las operaciones que ponen en riesgo la vida de civiles inocentes. Sin embargo, Washington se ha mantenido firme en su estrategia, argumentando que es necesaria para combatir el narcotráfico.
"Entendemos la importancia de luchar contra el narcotráfico, pero no a costa de la vida de nuestros pescadores. Ellos no tienen nada que ver con eso, y sin embargo son los que más sufren las consecuencias", lamenta el alcalde de San Andrés, Gustavo Petro.
Mientras tanto, los pescadores artesanales del archipiélago siguen navegando con el corazón en la boca, temiendo que en cualquier momento sus embarcaciones puedan ser confundidas con narcolanchas y convertirse en el blanco de los ataques estadounidenses.












