Los huracanes, fenómenos meteorológicos de gran escala que se desarrollan en la atmósfera baja, representan un riesgo cada vez mayor debido a sus vientos, lluvias e inundaciones. Según organismos internacionales, estos ciclones tropicales se forman sobre aguas oceánicas cálidas y afectan principalmente las regiones costeras.
Un huracán se caracteriza por un sistema de baja presión, vientos intensos y lluvias persistentes. Cuando los vientos sostenidos alcanzan los 119 km/h, la tormenta pasa a ser considerada un huracán y se clasifica según la escala Saffir-Simpson, que va de la Categoría 1 (118-153 km/h) hasta la Categoría 5 (más de 250 km/h).
Internamente, un huracán posee una estructura bien definida, con un ojo central relativamente calmo rodeado por una pared de tormentas intensas que concentra los vientos más fuertes y las lluvias más severas. El diámetro total de un huracán puede alcanzar hasta 1.000 kilómetros y su altura superar los 10 kilómetros, lo que explica su capacidad para afectar extensas áreas geográficas.
Si bien los vientos extremos pueden causar importantes daños, los mayores peligros son la marejada ciclónica, que puede alcanzar hasta 6 metros de altura, y las lluvias torrenciales, responsables de inundaciones y deslizamientos de tierra. Datos históricos indican que las inundaciones y marejadas representan aproximadamente el 75% de las muertes asociadas a ciclones tropicales en el Atlántico.
La comunidad científica ha señalado que el cambio climático puede influir en la intensidad de los huracanes. El aumento de la temperatura del océano proporciona más energía a estos sistemas, mientras que una atmósfera más cálida puede retener mayor cantidad de vapor de agua, intensificando las lluvias.
Casos recientes respaldan esta tendencia. En 2020, se registraron 30 tormentas con nombre, de las cuales 14 se convirtieron en huracanes. El huracán Harvey (2017) dejó un récord de 131,7 centímetros de lluvia en Texas, impulsado por aguas del Golfo de México 1,2 C más cálidas que décadas atrás. Además, investigaciones sugieren que algunos ciclones tropicales se desplazan más lentamente, lo que prolonga su impacto sobre tierra firme y aumenta el riesgo de inundaciones prolongadas.
Ante este escenario, los expertos advierten sobre la necesidad de reforzar los sistemas de alerta temprana, mejorar la preparación de las comunidades vulnerables y adoptar medidas de mitigación y adaptación al cambio climático para hacer frente a la creciente amenaza de los huracanes.











