Un joven cubano de ascendencia africana denunció haber sido víctima de discriminación racial en la Fábrica de Arte Cubano (FAC), uno de los centros culturales más emblemáticos de La Habana. Según su relato, mientras que los visitantes blancos y extranjeros pudieron ingresar sin problemas, a él y a una amiga afrodescendiente les negaron el acceso, alegando "derecho de admisión" sin dar explicaciones.
La denuncia de Alejandro Bridon Mesa en redes sociales generó una ola de reacciones indignadas, reavivando el debate sobre la persistencia del racismo y la discriminación estructural en Cuba, incluso en espacios que se presentan como abiertos y plurales.
La FAC, un proyecto cultural respaldado por el Ministerio de Cultura, ha sido señalada en el pasado por su falta de transparencia y los privilegios que otorga a ciertos sectores de la población. Un informe reciente denunció que las personas afrodescendientes en Cuba enfrentan graves condiciones de exclusión social y desigualdad, con barreras para acceder a derechos básicos.
El caso de Bridon Mesa evidencia que, a pesar de los discursos oficiales sobre igualdad racial, la discriminación sigue siendo una realidad cotidiana, incluso en instituciones que deberían ser garantes de la diversidad y la inclusión. Expertos señalan que el gobierno cubano se niega a reconocer el problema, lo que impide la implementación de políticas efectivas para combatir el racismo.
La denuncia del joven cubano trasciende lo personal y se convierte en una llamada de atención sobre la necesidad urgente de abordar de manera integral las profundas brechas y dinámicas de exclusión que persisten en la sociedad cubana.











