La cuestión de la naturaleza del tiempo y la mortalidad humana ha sido un tema de profunda reflexión a lo largo de la historia. Desde los antiguos filósofos griegos hasta los líderes políticos contemporáneos, la búsqueda de respuestas a estas preguntas fundamentales ha sido una constante.
En un fascinante análisis, se revela que fue San Agustín el primero en intuir que el tiempo es una dimensión análoga al espacio, una idea que posteriormente fue desarrollada por otros pensadores como Aristóteles y Parménides. En su obra "La ciudad de Dios", el santo obispo de Hipona expone con claridad su concepción del tiempo como una realidad de la misma categoría que el espacio, rechazando la noción de "infinitos espacios de tiempo antes del mundo".
Esta visión del tiempo como una "empinada pendiente que recorremos" ha sido retomada por diversos filósofos a lo largo de los siglos. Según esta perspectiva, "vivir no es más que el severo esfuerzo con el que tratamos de evitar caer en los atroces abismos del pasado, de los que nunca se vuelve, intentando llegar al esquivo futuro, que siempre escapa de nosotros".
Pero la lucha contra la mortalidad no ha sido exclusiva de los pensadores. En un giro inquietante, se revela que los líderes políticos más poderosos de nuestro tiempo, Vladimir Putin y Xi Jinping, han presumido de sus esfuerzos científicos y técnicos para prolongar su vida hasta alrededor de un siglo y medio. Esto ha sido calificado como una "terrible suerte" para los pueblos sometidos a sus "égidas totalitarias", quienes deben trabajar y sudar para mantener con vida a estas "grotescas momias vivientes".
En contraste, la fe ha sido el recurso más extendido entre la humanidad para hacer frente a la inevitabilidad de la muerte. Las diversas religiones han ofrecido la promesa de un "lugar de luz" al que se arribaría después de la "brutal tropiezo de la muerte". Si bien esta creencia puede resultar consoladora, también se reconoce que ofrece "muy pocas certezas" y "vagas luces" en medio de la oscuridad del "espacio-tiempo en que vivimos".
En resumen, la reflexión sobre la naturaleza del tiempo y la mortalidad ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia, abordado tanto por filósofos como por líderes políticos. Mientras unos han buscado comprender la dimensión temporal de la existencia, otros han intentado prolongar su propia vida, a costa de sus pueblos. La fe, por su parte, ha ofrecido una respuesta consoladora, pero igualmente incierta, ante el inevitable destino de la muerte.
