El prolongado viaje del presidente Noboa fuera del país se ha convertido en un símbolo preocupante en un Ecuador golpeado por la inseguridad, el desempleo y la desconfianza. En un momento en que la ciudadanía demanda presencia y liderazgo político, la ausencia del primer mandatario instala la sensación de un "gobierno remoto" donde la vida cotidiana queda a cargo de ministros mientras el timón se diluye.
Si bien los viajes presidenciales pueden ser útiles para concretar cooperación, financiamiento o acuerdos internacionales, la salida de Noboa sin objetivos claros, sin reportes públicos y sin resultados medibles, termina pareciendo más una fuga que una estrategia. El país se desborda por dentro, con un sistema de salud colapsado, hospitales sin insumos, citas que no llegan y personal agotado, mientras una nueva epidemia respiratoria desnuda las carencias del Estado.
En este escenario crítico, la conducción política debería estar presente, con un mando claro, coordinación y rendición de cuentas diaria. Gobernar es priorizar, y es evidente que la salud y el bienestar de la población no son la prioridad para el Gobierno de Noboa. Su prolongada ausencia del país en medio de esta crisis solo alimenta la sensación de un "gobierno remoto" y una administración que parece más interesada en la agenda internacional que en atender las urgencias domésticas.











