Panamá tiene ante sí una oportunidad estratégica que pocos países pueden reclamar: transformarse en una Zona Libre de Salud, un ecosistema que combine servicios médicos, logística, innovación, turismo y tecnología. No se trata de un sueño futurista, sino de una posibilidad real sustentada por tendencias globales y ventajas nacionales que ya existen.
El gasto mundial en salud continúa creciendo de manera sostenida. Datos del Global Health Expenditure Database de la Organización Mundial de la Salud muestran que la inversión sanitaria global que incluye instrumental médico-quirúrgico, medicamentos, prótesis, infraestructura y servicios ha aumentado año tras año en prácticamente todas las regiones del mundo. Paralelamente, estudios de Our World in Data confirman que la proporción del ingreso mundial destinada a la salud ha crecido de forma constante durante las últimas décadas, impulsada por la innovación tecnológica, el envejecimiento poblacional y la expansión de los mercados de dispositivos médicos y medicamentos genéricos.
La industria global de dispositivos médicos supera los cientos de miles de millones de dólares anuales, mientras que el mercado de medicamentos genéricos continúa expandiéndose como alternativa costo-efectiva para los sistemas de salud y los consumidores. A ello se suma el auge del turismo médico, que mueve miles de millones cada año y ha permitido a países como Costa Rica, México, Colombia, Turquía o Singapur posicionarse como destinos competitivos.
Frente a este panorama, Panamá tiene una ventaja comparativa que no ha sido plenamente aprovechada: su posición geográfica es oro puro. Panamá es, por naturaleza, un país plataforma. Su ubicación estratégica en el centro del continente, su conectividad aérea con más de 80 destinos internacionales y su rol como puente entre océanos lo convierten en un punto ideal para el tránsito de personas, mercancías y servicios.
Esta ventaja, que ha sido clave para el comercio y la logística, puede convertirse también en el motor de un ecosistema de salud global. Un paciente internacional que busca atención médica de calidad necesita accesibilidad, tiempos de traslado cortos y conexiones eficientes. Panamá cumple con todos estos requisitos sin necesidad de grandes transformaciones.
El país cuenta con un centro bancario internacional sólido, capaz de atraer inversiones para hospitales, centros de investigación, laboratorios, empresas de biotecnología y proveedores de dispositivos médicos. Esta fortaleza financiera es un pilar fundamental para desarrollar un hub de salud competitivo.
A ello se suma la infraestructura tecnológica: Panamá posee una de las redes de fibra óptica más robustas de la región, con múltiples cables submarinos que conectan al país con el resto del mundo. Esto facilita la telemedicina, la gestión de datos clínicos, la investigación colaborativa y la instalación de empresas de tecnología médica que requieren conectividad de alta velocidad.
La oferta hotelera panameña es amplia, moderna y diversa, ideal para pacientes internacionales y sus familias. La proximidad entre hospitales, hoteles, centros comerciales y el aeropuerto es una ventaja competitiva que pocos países pueden ofrecer.
Además, la experiencia panameña en logística, reforzada por la Zona Libre de Colón y el Canal, puede trasladarse al manejo de insumos médicos, medicamentos y dispositivos de alta precisión.
Convertir a Panamá en una gran Zona Libre de Salud requiere un marco regulatorio moderno y competitivo, incentivos para atraer empresas de dispositivos médicos, farmacéuticas y biotecnológicas, acreditación internacional de hospitales y clínicas, alianzas público-privadas para investigación e innovación, y programas de formación especializada para el talento humano.
Panamá ya es un país plataforma. Convertirse en un hub global de salud no solo es posible, es una oportunidad histórica que el país no puede seguir postergando.












