El Gobierno japonés aprobó este viernes su borrador del presupuesto inicial para 2026, que incluye un gasto récord de 122,3 billones de yenes (unos 660.000 millones de euros) para financiar partidas sin precedentes en defensa y gasto social.
La propuesta presupuestaria, que necesitará el apoyo de parte de la oposición para ser aprobada en la Dieta (el Parlamento nacional), incluye la emisión de bonos de deuda por valor de 29,58 billones de yenes (unos 160.000 millones de euros).
Una de las partidas más destacadas es el aumento del gasto en defensa, que supera los nueve billones de yenes (unos 49.000 millones de euros), una cifra récord que llega después de que la primera ministra, Sanae Takaichi, se comprometiera ante el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a reforzar las capacidades militares de Japón.
Según el medio económico Nikkei, gran parte de esta partida se destinará a la compra de drones y misiles de largo alcance, en un contexto de crecientes tensiones geopolíticas en la región.
Además, el presupuesto destina más de 39 billones de yenes (unos 212.000 millones de euros) al gasto social, un aumento que refleja los desafíos para las finanzas públicas del envejecimiento de la población japonesa.
El Gobierno espera que los ingresos por impuestos suban hasta casi 84 billones de yenes (unos 455.000 millones de euros), un nuevo récord, gracias a la mejora de los resultados empresariales.
"El presupuesto del año fiscal 2026 refuerza las políticas importantes teniendo en cuenta las reglas financieras, al tiempo que persigue una economía fuerte", dijo el portavoz gubernamental, Minoru Kihara.
Takaichi, favorable a aumentar el gasto público para impulsar la estancada economía japonesa, ya logró a mediados de mes la aprobación de un presupuesto suplementario de 18,3 billones de yenes (más de 100.000 millones de euros) para el resto del año fiscal de 2025, la mayor cifra desde la pandemia de la covid-19.
Esta partida era clave para financiar un ambicioso plan de estímulos destinado a aliviar los efectos de la persistente inflación, pero también ha puesto nerviosos a los inversores por la dependencia de Japón de la emisión de deuda, y ha contribuido a elevar el rendimiento de los bonos nipones a niveles no vistos desde la década de los noventa.












