En 1930, cuando ningún país se atrevía a organizar un Mundial de fútbol, Uruguay levantó la mano y dijo: "Yo". Le cabe el mérito eterno de haberse atrevido a poner en marcha esta fascinante historia. Sin embargo, en 1934, Uruguay se negó a participar, alegando su rechazo "al régimen fascista que se va a aprovechar de la competición".
Y es que, en pleno auge del fascismo impuesto por el dictador Benito Mussolini, Italia buscaba retomar el esplendor del Imperio romano y le interesaba trascender, figurar, promocionar su régimen y marcar un liderazgo político a nivel universal. Por ello, entre muchos otros tópicos, solicitó y obtuvo la organización de la segunda Copa del Mundo, una herramienta fantástica para dicho propósito.
La prensa de la época refiere presiones terribles del Duce a los jugadores italianos y que el Mundial era "ganar o morir". Existen testimonios y documentos que sugieren presiones políticas a árbitros, aunque no siempre hay pruebas directas concluyentes. Mussolini asistió a varios partidos y dejó claro que ganar era una cuestión de Estado. El régimen invirtió mucho dinero en estadios, organización y propaganda. El torneo quedó rodeado de sospechas.
A diferencia de Uruguay, que presentó una sola sede, Italia designó ocho grandes ciudades para apenas 17 partidos: Roma, Milán, Turín, Nápoles, Bolonia, Florencia, Génova y Trieste. Mejoró carreteras y preparó estadios importantes para la época. Quería impresionar. Se construyó el estadio Benito Mussolini en Turín (hoy Grande Torino), planificado para 66.000 espectadores. Y la final se escenificó en el coliseo Partido Nacional Fascista de Roma.
Según libros y medios de la época, Italia apeló a un juego excesivamente brusco. El primer choque entre Italia y España, conocido como la 'batalla de Florencia', terminó empatado a 1 y tuvieron que jugar un desempate apenas 24 horas después, pues aún no existía la definición por penales. Este encuentro dejó siete jugadores españoles y cuatro italianos lesionados, entre ellos el célebre Ricardo Zamora, el Divino, considerado el mejor arquero del mundo con diferencia.
En la revancha se impuso Italia 1-0 con un gol de Giusseppe Meazza tras la falta del argentino Atilio Demaría al arquero suplente Bosch. Fue todo un escándalo. Los jueces de los dos partidos fueron expulsados de por vida, de sus federaciones y de la FIFA.
Tres días después, Italia venció 1-0 a Checoslovaquia en la final, con gol del Indio Guaita, otro argentino proveniente de Estudiantes. También debe decirse que Italia era un equipo fuerte con un técnico excepcional como Vittorio Pozzo. No obstante, sin los sudamericanos por delante, a Italia se le facilitó el camino al título del 34.
Además, Italia se sirvió de cuatro cracks argentinos y un brasileño para la conquista del título: Orsi, Monti, Guaita y Demaría, que habían sido miembros de la selección argentina, y Guarisi, expuntero del Corinthians. Los tres primeros fueron grandes figuras del campeón.
Monti resultó el caudillo. Es el único caso de un futbolista que jugó dos mundiales con dos camisetas y dos himnos diferentes: en 1930 con Argentina y en 1934 con Italia. Según sus propias declaraciones, recibió una amenaza de muerte antes de la final del 30 con Uruguay, lo que lo dejó "como ausente en el campo, de verdad tuve miedo".
En definitiva, el Mundial de 1934 quedó marcado por las sospechas de manipulación política y arbitraje favorable a Italia, que utilizó el evento para promocionar el régimen fascista de Mussolini. Pese a contar con un equipo fuerte y un gran técnico, la imagen del triunfo italiano quedó empañada por las controversias que rodearon al torneo.












