En una nueva oleada de violencia que azota al noreste de Nigeria, una bomba explotó el miércoles 24 de diciembre durante las oraciones en una mezquita en la ciudad de Maiduguri, dejando un saldo de 5 personas muertas y 35 heridas. Las autoridades sospechan que se trató de un ataque suicida.
Según informó Nahum Daso, vocero del comando de policía en el estado de Borno, en el lugar se encontraron fragmentos de lo que parecía ser un chaleco suicida. Ningún grupo ha reivindicado la autoría del atentado, pero el uso de atacantes suicidas ha sido una característica recurrente de Boko Haram, el grupo armado islamista que ha protagonizado múltiples ataques en la región noreste de Nigeria.
Si bien los analistas señalan que el empleo de este modus operandi por parte de Boko Haram ha disminuido en los últimos años, el grupo aún mantiene la capacidad de llevar a cabo este tipo de acciones terroristas. De hecho, en julio de 2024 se registró un ataque suicida en tres frentes durante una ceremonia de boda en Borno, que reavivó el temor a una nueva campaña de este tipo de ataques.
La explosión en la mezquita de Maiduguri se suma a una larga lista de incidentes violentos que han asolado a la volátil región norte de Nigeria, donde el país combate contra múltiples grupos armados, incluyendo a Boko Haram y su grupo disidente, la Provincia del Estado Islámico en África Occidental.
Desde 2009, miles de personas han sido asesinadas y millones se han visto desplazadas de sus hogares en esta zona, de acuerdo con datos de Naciones Unidas. Lamentablemente, el ciclo de violencia parece no tener fin, a pesar de los esfuerzos del gobierno nigeriano por contener a estos grupos extremistas.
Tan solo unas semanas antes, el viernes 26 de noviembre, al menos cinco personas murieron y otras veinte fueron secuestradas tras un ataque de personas armadas contra una mezquita en el estado de Zamfara, en el noroeste del país. Estas acciones ponen de manifiesto la grave situación de inseguridad que prevalece en amplias regiones de Nigeria.
Ante este panorama, las autoridades locales y la comunidad internacional deben redoblar sus esfuerzos para poner fin a esta espiral de violencia que ha causado un enorme sufrimiento a la población civil. La protección de los lugares de culto y la búsqueda de soluciones duraderas para la estabilización de la región deben ser prioridades urgentes.
