El cierre de 2025 deja una señal clara para las principales empresas alimenticias del país: aun con un escenario macroeconómico más estable, el consumo masivo no logró recomponerse y los balances volvieron a reflejar un negocio bajo presión. Con precios que avanzaron por debajo de los costos, márgenes ajustados y un frente financiero adverso, varias compañías terminaron el año con pérdidas, incluso en casos donde la operación mostró señales de ordenamiento.
Lejos de tratarse de situaciones aisladas, los números de Mastellone, Arcor, Molinos Río de la Plata y Ledesma confirmaron un patrón sectorial: la recuperación sigue siendo incompleta y el mercado interno continúa siendo el principal límite para la rentabilidad.
La dueña de La Serenísima profundizó en 2025 sus números negativos. Tras un primer semestre en rojo, acumuló a septiembre una pérdida neta de $28.431 millones, afectada principalmente por el impacto de la devaluación del peso en la valuación de activos y pasivos en moneda extranjera.
En un contexto de consumo interno deprimido, la compañía destacó que logró sostener un resultado operativo positivo, con una ganancia superior a los $4.100 millones, apoyada en mejoras de eficiencia y mayor acopio de leche. El volumen total vendido creció, pero las ventas locales apenas avanzaron 0,9% interanual, reflejando que la demanda doméstica continúa frágil.
En contraposición, el negocio exportador ganó peso en el mix de facturación, apalancado en mejores precios FOB y un tipo de cambio más competitivo. Aun así, el desempeño operativo no alcanzó para compensar el impacto financiero del período.
Por su parte, Arcor, en su último ejercicio informado por el período de nueve meses, cerró con una caída del 74% en las utilidades, en un contexto de consumo débil y precios que no acompañaron el ritmo de la inflación. El grupo reportó ventas consolidadas por $3,51 billones y un resultado financiero negativo cercano a los $98.700 millones, que explicó buena parte del deterioro del balance.
En Argentina, la compañía enfrentó un escenario complejo: el consumo masivo no logró recuperarse y algunas categorías claves mostraron caídas, especialmente en alimentos básicos. Aun así, la empresa destacó una recuperación en volúmenes de golosinas, chocolates y galletitas, aunque insuficiente para revertir la presión sobre el negocio alimenticio.
Molinos Río de la Plata volvió a confirmar en 2025 su rol como termómetro del consumo argentino. La alimenticia del grupo Pérez Companc cerró los primeros nueve meses del año con una pérdida neta de $37.403 millones, en un escenario de fuerte retracción de la demanda interna.
La facturación cayó 22% interanual, los volúmenes retrocedieron casi 10% y los precios avanzaron muy por debajo de la inflación. El resultado operativo fue negativo y el impacto financiero profundizó el rojo del balance, pese a los esfuerzos por ajustar costos y administrar el capital de trabajo.
En Ledesma, los números más recientes confirmaron que el deterioro se mantuvo hacia el final del año. La agroindustrial registró una pérdida neta de $17.279 millones en el período de tres meses finalizado el 31 de agosto de 2025, profundizando la tendencia negativa que ya se observaba en balances anteriores.
Durante el trimestre, la compañía exhibió un resultado operativo negativo de $7.642 millones, afectado por menores niveles de actividad y márgenes presionados en sus negocios de azúcar y papel, en un contexto de demanda interna aún débil. A ese desempeño se sumó un resultado financiero negativo de $19.097 millones, impactado por las altas tasas de interés y la depreciación del peso.
En conjunto, los balances de las principales alimenticias dejaron un mensaje claro: 2025 fue un año de transición, pero sin alivio efectivo para el sector. La estabilidad macro no se tradujo en una mejora sostenida del consumo, y las compañías continuaron operando con precios ajustados, costos elevados y márgenes estrechos.
De cara a 2026, el desafío sigue siendo el mismo que a comienzos de año: esperar una recuperación real del poder adquisitivo que permita recomponer volúmenes y rentabilidad. Hasta que eso ocurra, el negocio de alimentos seguirá moviéndose en un terreno donde el ajuste interno y las exportaciones son la principal defensa frente a un mercado interno que todavía no reacciona.











