En vísperas de Año Nuevo, cuando la sociedad muestra su lado más luminoso y también su faceta más oscura, un escritor anónimo deja una frase desgarradora en una pared abandonada: "Estoy desvariando, por favor quemen todo lo que escribo". Este grito de angustia, captado por un testigo, revela la profunda crisis existencial que viven aquellos que se sienten desorientados y solos en medio de la celebración.
El autor del texto, que prefiere mantener el anonimato, describe este momento de "cuerda floja" en el que logra asir con palabras un deambular entre "calles, puentes y plazas" y "abismos y desiertos", mientras la utopía lo libera y le da una nueva frase, un indicio, el comienzo de una historia que habrá de desnudarse.
La ciudad late y se arquea bajo sus pies, y el fin del año se acerca, urgiendo la reflexión definitiva. Es un "momento cruel de amnesia y abandono" antes de la "estampida" y la "huida del invernadero" hacia "la aventura interminable" en la que "la sociedad y sus contradicciones, son un simple pretexto".
Mientras el mundo se cierra "como una caracola en torno al calor del hogar y el abrazo del amigo", el escritor sabe que habrá quienes queden "por fuera", "las víctimas del naufragio que habrán de asumir su propio vacío". Sin embargo, hoy no es un día apropiado para tan oscuras reflexiones, y quizás mañana, cuando el brillo de las luces y los abrazos se hayan apagado, sea el momento de enfrentar esos demonios.
La frase final, "Por favor, quemen todo lo que escribo...", es un grito desesperado de un alma que se siente abrumada por la soledad y la angustia, y que busca, quizás, una forma de liberarse de esa carga a través de la destrucción de sus propias palabras.
