La retirada de Estados Unidos de organismos internacionales ha intensificado la limitada coordinación de políticas en el hemisferio occidental, abriendo la puerta a una mayor influencia de potencias como China en América Latina.
La administración Trump anunció su intención de revisar la participación de Estados Unidos en todas las organizaciones internacionales y dejó claro que planea recortar la financiación o incluso retirarse de varias de ellas. Esto reducirá la influencia de Estados Unidos y colocará a varias organizaciones en una situación financiera precaria.
Los observadores advierten que las potencias extrahemisféricas, especialmente China, aprovecharán este vacío para expandir su presencia en la región. Si bien la creciente influencia de China en América Latina no es simplemente una respuesta a la retirada estadounidense, sino el resultado de años de inversión sostenida, el impacto de la disminución de la participación de Estados Unidos debe entenderse como parte de una red más amplia de marcos regionales existentes.
Las organizaciones interamericanas se crearon inicialmente con dos objetivos contrapuestos: promover la coordinación y la integración, pero también proteger la soberanía de los Estados de América Latina y el Caribe, incluso frente a Estados Unidos. Dadas estas prerrogativas, la coordinación regional nunca ha sido tan importante. Sin embargo, las frustraciones con el funcionamiento de las organizaciones regionales, la percepción de que algunas son herramientas del imperialismo estadounidense y los esfuerzos por asegurar un papel de liderazgo en los asuntos regionales han llevado al desarrollo de una cornucopia de mecanismos regionales superpuestos.
Este laberinto institucional y la falta de recursos financieros colocan a América Latina y el Caribe en una encrucijada. Por un lado, el número de organizaciones refleja la ambición de la región de profundizar la integración y fortalecer su voz colectiva. Por otro lado, la persistente dependencia financiera, la superposición de mandatos y las divisiones ideológicas debilitan su eficacia y credibilidad.
A medida que Estados Unidos se aleja del multilateralismo y la cooperación regional, se abre la puerta a China. Sin embargo, la cooperación regional debe entenderse más allá de la perspectiva de la Guerra Fría. De hecho, de las 45 organizaciones y organismos regionales, Estados Unidos solo es miembro de 12 y observador en 3 más.
Si bien la limitación de la participación de Estados Unidos en foros regionales reducirá su influencia, China ya colabora con organizaciones regionales y ha desarrollado el Foro China-Celac como su principal mecanismo para la interacción multilateral regional. China está aprovechando la oportunidad que ofrece la retirada de Estados Unidos mientras la gobernanza regional sigue siendo difícil de manejar.
Ante los severos recortes en la financiación estadounidense a estas organizaciones, los líderes regionales deben buscar nuevas fuentes de financiación. Una forma podría ser racionalizar las organizaciones regionales existentes y desviar la financiación a instituciones clave.
A medida que evoluciona el orden global, América Latina y el Caribe se enfrentan a la disyuntiva de sucumbir a la competencia entre grandes potencias o aprovechar la coyuntura para fortalecer la integración regional. Ante la escasez de fondos en las organizaciones y el rechazo del multilateralismo por parte de las grandes potencias, los líderes de todo el hemisferio, incluido Estados Unidos, deberían retomar el sueño bolivariano para posicionar mejor a las Américas ante este nuevo mundo.












