Los cárteles de narcotráfico en Colombia han tenido que innovar en sus métodos de tráfico de drogas por mar para evadir los ataques y operaciones intensificadas de Estados Unidos en la región.
Según autoridades colombianas, los narcotraficantes han recurrido a embarcaciones recreativas como veleros y barcos mercantes para transportar cocaína en menores cantidades, pero con mayor sigilo. Una de las tácticas más sofisticadas es la instalación de "parásitos", artefactos cargados de droga que se adhieren a los cascos de los buques mediante imanes o tornillos.
Estos "parásitos" suelen colocarse durante la noche o madrugada, cuando las condiciones favorecen el ocultamiento. Luego, en el puerto de destino, la misma persona que instaló el dispositivo se encarga de retirarlo.
La Guardia Costera de Colombia ha intensificado la vigilancia marítima con sensores, cámaras, radares y equipos de buceo especializados para inspeccionar los cascos de los barcos en busca de estos métodos de contrabando. Sin embargo, los cárteles siguen adaptando sus rutas y tácticas para continuar abasteciendo su principal mercado: Estados Unidos, el mayor consumidor de cocaína a nivel mundial.
Informes de seguridad y cooperación antidrogas señalan que el endurecimiento de los controles estadounidenses en el Caribe y el Pacífico oriental ha obligado a los grupos criminales transnacionales a modificar paulatinamente su modus operandi. Ahora privilegian rutas hacia Europa, donde el valor de la cocaína es más alto, y Centroamérica, que sigue siendo un corredor clave hacia Norteamérica.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades, los narcotraficantes colombianos continúan encontrando nuevas formas de burlar la vigilancia y mantener el flujo de drogas hacia sus principales mercados internacionales.












