Ecuador se encuentra en una encrucijada, con una sensación generalizada de desorientación y crisis que abarca diversos ámbitos. Tal como la película "Quo Vadis" (1951), que retrata la caída de la civilización romana bajo Nerón, el país parece estar quemándose a sí mismo mientras sus élites políticas se debaten.
La pregunta "¿Quo vadis?" -"¿a dónde vas?"- bien podría aplicarse a Ecuador en este momento. Después de la reciente consulta popular, lo que queda es un panorama confuso. El plan de seguridad nacional parece haber mutado o desaparecido, mientras que la violencia y los robos han alcanzado niveles históricos, sin que las autoridades hayan logrado frenar la espiral.
La oposición tampoco ofrece un rumbo claro. Existe incertidumbre sobre si es el movimiento Correísta, Reto o si este último es solo una máscara. Las fracturas internas, las luchas de poder y la falta de un relato coherente debilitan la credibilidad de las alternativas políticas.
Pero lo más preocupante no es la crisis en sí, sino la simultaneidad de las crisis que aquejan al país. No se recuerda un momento en que los principales líderes e ídolos políticos hayan perdido credibilidad de manera tan generalizada. Esto genera el temor de que, si los actores políticos no detienen su "canibalización mutua", Ecuador corra el riesgo de ser entregado a fuerzas peores que el error y la incertidumbre.
En medio de este panorama, surgen nuevos escándalos que añaden más interrogantes que respuestas. El caso Progen, el cuestionamiento al Premio Nobel de la Paz otorgado a Machado, los problemas económicos y la crisis energética son solo algunos de los desafíos que enfrenta el país.
La pregunta ya no es solo "¿Quo vadis?", sino "¿Quo vadimus?": ¿a dónde vamos nosotros, como nación? Ecuador se encuentra en una encrucijada crítica, y la capacidad de sus líderes políticos para detener su propia autodestrucción y ofrecer un rumbo claro será fundamental para evitar que el país se sumerja aún más en la incertidumbre.
