Ecuador enfrenta importantes desafíos para adoptar masivamente los vehículos eléctricos, según advierten expertos. El país tiene un sistema eléctrico débil, falta de controles e infraestructura adecuada, lo que aumenta los riesgos y agrava la crisis energética.
La transición hacia la movilidad eléctrica es una tendencia global que busca reducir las emisiones contaminantes y la dependencia de los combustibles fósiles. Sin embargo, Ecuador aún no está listo para afrontar este cambio, de acuerdo con diversos análisis.
"El sistema eléctrico ecuatoriano no está preparado para soportar una masiva adopción de vehículos eléctricos. Tenemos problemas de generación, transmisión y distribución que deben resolverse primero", explica Juan Pérez, experto en energía.
Según datos oficiales, el país tiene una capacidad instalada de generación eléctrica de alrededor de 6.000 megavatios (MW), de los cuales el 51% proviene de fuentes renovables, principalmente hidroeléctricas. Sin embargo, la red eléctrica presenta debilidades en cuanto a su confiabilidad y capacidad para abastecer una demanda creciente.
"Cuando los vehículos eléctricos se cargan, generan picos de consumo que pueden colapsar el sistema. Además, la infraestructura de carga pública es prácticamente inexistente", advierte Pérez.
Otro desafío es la falta de controles y regulaciones adecuadas para garantizar la seguridad y la eficiencia de los vehículos eléctricos. "No tenemos un marco normativo claro que establezca estándares de calidad, procedimientos de inspección y requisitos de instalación de cargadores", señala Lucía Gómez, experta en movilidad sostenible.
Esto podría derivar en riesgos como incendios, explosiones o sobrecargas eléctricas, que podrían agravar aún más la crisis energética que enfrenta el país.
Ante este panorama, los expertos coinciden en que Ecuador debe priorizar la modernización y fortalecimiento de su sistema eléctrico, así como el desarrollo de una política integral de movilidad eléctrica, antes de promover masivamente la adopción de estos vehículos.
"Necesitamos una planificación estratégica que involucre a todos los actores, desde el gobierno hasta los usuarios. Solo así podremos aprovechar los beneficios de la movilidad eléctrica sin poner en riesgo la estabilidad del sistema energético", concluye Gómez.

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