Según un informe del ejército ruso, el país ha derribado más de 150 drones ucranianos en los últimos días en varias regiones, incluyendo Briansk, Crimea, Krasnodar y Moscú. Esto se produce en medio de una escalada de ataques con drones lanzados desde Ucrania contra instalaciones militares e industriales rusas.
El parte militar publicado este domingo en el canal oficial de Telegram del ente castrense detalla que 53 vehículos aéreos no tripulados fueron abatidos sobre la región de Briansk; 32 en la península de Crimea; 22 en Krasnodar; 15 en Tula; 13 en la provincia de Kaluga; y siete en Kursk. Además, cuatro fueron derribados en Riazan; tres en Belgorod, dos en la región de Leningrado, y uno en Smolensk, Pskov, Novgorod y Moscú.
Paralelamente, la agencia nacional del transporte aéreo rusa, Rosaviatsia, informó de restricciones provisionales de vuelos en varios aeropuertos del país durante la noche del sábado al domingo, por motivos de seguridad.
Estos ataques con drones se han convertido en una práctica habitual desde que Rusia lanzara su "operación militar especial" en Ucrania el 24 de febrero de 2022, según el presidente Vladimir Putin, con el objetivo de "proteger a la población de un genocidio por parte del gobierno de Kiev" y atajar los riesgos de seguridad nacional que representa el avance de la OTAN hacia el este.
La ofensiva rusa en Ucrania cumple ya más de un año, y si bien Moscú ha logrado avances territoriales, la resistencia ucraniana apoyada por Occidente ha impedido que Rusia alcance sus objetivos iniciales. En este contexto, los ataques con drones se han convertido en una herramienta clave para Ucrania, que busca golpear a las fuerzas rusas en su propio territorio.
Expertos señalan que, si bien estos ataques no han tenido un impacto decisivo en el campo de batalla, sí han generado una creciente preocupación en Rusia por la vulnerabilidad de sus instalaciones militares y de infraestructura estratégica ante este tipo de amenazas asimétricas. La capacidad de Ucrania para llevar la guerra al interior de Rusia representa un desafío importante para el Kremlin, que ha tenido que reforzar sus sistemas de defensa aérea y tomar medidas para proteger sus activos clave.
