Carlos Alberto Lindao Vera, un hombre de 123 años que vive en la parroquia rural costera de Puerto El Morro, en Guayaquil, Ecuador, se ha convertido en una figura de interés nacional por su excepcional longevidad. Según consta en su cédula de identidad, Lindao nació el 17 de octubre de 1902, lo que lo convertiría en el hombre vivo más longevo del mundo si su edad fuera debidamente verificada.
La historia de Lindao ha captado la atención de los medios ecuatorianos, que lo describen como un hombre delgado, activo y lúcido, que aún se mueve con independencia y sigue dedicado a su oficio tradicional de producción artesanal de carbón en los esteros del manglar. El 11 de diciembre de 2025, el Concejo Municipal de Guayaquil lo homenajeó en una sesión solemne, reconociéndolo como un símbolo de "larga vida" y dignidad humana.
Sin embargo, a pesar de la documentación que respalda su edad, el caso de Lindao no ha sido validado aún por Guinness World Records ni por los principales grupos internacionales que verifican edades extremas. Según los registros vigentes, la persona viva de mayor edad reconocida es la británica Ethel Caterham, nacida en 1909, y el hombre vivo más longevo es el brasileño Jo o Marinho Neto, nacido en 1912.
Para que Lindao pueda ser reconocido oficialmente como el hombre vivo más longevo del mundo, se requerirá una exhaustiva verificación documental que demuestre su edad, incluyendo actas de nacimiento, registros tempranos, documentos de identidad históricos y consistencia en censos o archivos. Esta validación internacional es fundamental en casos de edades extremas.
Mientras tanto, la vida de Lindao se cuenta mejor desde el terreno, donde se destaca su rutina de trabajo físico constante, su dieta tradicional "libre de químicos" y su último deseo pendiente: reencontrarse con el hijo que tuvo cuando era adolescente y al que nunca conoció. Su historia se convierte así en un recordatorio del tiempo vivido y de las pérdidas acumuladas a lo largo de una biografía marcada por la ausencia y la persistencia.
En el homenaje del Concejo Municipal de Guayaquil, la ciudad reconoció a un hombre de su periferia, de los esteros y manglares, que ha sobrevivido a generaciones completas y aún se sostiene en el trabajo. Carlos Lindao, por ahora, es una figura que oscila entre el papel y la vida, entre la estadística y la escena potente de un ecuatoriano que, a los 123 años, todavía se mueve como si el tiempo fuera un río navegable.
