Un informe elaborado por un comité de expertos, entre los que se encuentran destacadas figuras como Joseph Stiglitz, Adriana Abdenur, Winnie Byanyima, Jayati Ghosh, Imraan Valodia y Wanga Zembe Mkabile, ha puesto de manifiesto los graves efectos que la acumulación de riqueza en pocas manos y la pobreza de la mayoría tienen sobre la estabilidad política y social a nivel mundial.
El informe, presentado ante el G20, advierte que "La desigualdad contribuye a que la vida de las personas esté marcada por la fragilidad y provoca un sentimiento de injusticia que genera frustración y resentimiento. A su vez, esto debilita la cohesión social y política, erosionando la confianza de la población en las autoridades y las instituciones. Como consecuencia, la desigualdad genera inestabilidad política, la pérdida de confianza en la democracia, el aumento de los conflictos y el debilitamiento del compromiso con la cooperación internacional".
Uno de los ejemplos más claros de este fenómeno se encuentra en Venezuela, donde el régimen autoritario de Hugo Chávez hizo un uso propagandístico del coeficiente de Gini, que mide la desigualdad, durante sus primeros años en el poder. Sin embargo, a medida que la crisis humanitaria se agravaba por la destrucción del aparato productivo y la corrupción, los datos sobre desigualdad dejaron de aparecer en la propaganda oficialista.
Según diferentes estudios, incluyendo la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), la desigualdad en Venezuela se ha incrementado de manera alarmante desde 1998 hasta la actualidad. Mientras que los ricos se han enriquecido aún más, los pobres se han empobrecido drásticamente, con el salario mínimo prácticamente desaparecido, la informalidad generalizada y la privatización de facto de los servicios públicos.
El informe al G20 también señala que las desigualdades económicas tienden a traducirse en desigualdades políticas, afectando el acceso a la justicia y la capacidad de participación en los procesos de toma de decisiones. Además, advierte que el control de los medios de comunicación y las redes sociales por parte de los superricos les permite predominar en el debate social, lo cual se ha visto agravado por el auge de las plataformas tecnológicas.
En este contexto, los expertos advierten que los ricos y poderosos no tendrán incentivos para reducir su riqueza y compartirla con los menos favorecidos, sino que, por el contrario, trabajarán incansablemente para aumentar aún más su participación en la riqueza mundial. Esto, a su vez, amenaza con socavar aún más la estabilidad política y social a nivel global.
