La cena de Año Nuevo es un momento especial en el que la mesa se mueve a otra frecuencia. La proteína principal debe entender este ritmo: sostener la conversación, sobrevivir a los brindis y seguir siendo apetecible cuando ya pasó la medianoche. Las costillas de cerdo son la apuesta segura para esta noche.
Jugosas, con una presencia que impone sin complicarse, las costillas de cerdo cumplen a la perfección con esta misión. Su magia está en el ritmo lento del horno y un glaseado final que las vuelve festivas. Más allá de su presencia habitual en parrillas o fines de semana, su lugar en la cena de Año Nuevo responde a una lógica pura: rinden bien, son más accesibles que otras proteínas y mejoran con el tiempo.
La receta es una negociación con el horno, no un acto inmediato. Baja temperatura para suavizar la fibra, aluminio para mantener la humedad y un barniz final con miel o jugo de la charola para celebrar con brillo. El resultado es una proteína que se porciona con un solo movimiento y está diseñada para distintas intensidades de la noche: como centro de mesa previo a las uvas, para quienes comen de pie con una copa en mano, o para los que llegan cuando el reloj ya marcó el nuevo año.
Los acompañamientos ideales son contrastes simples, como un puré de papa o camote, que realzan el sabor de las jugosas costillas. Sin duda, un plato que entiende el ritmo de esta noche especial.
