Tucumán, la provincia del norte argentino, está dando pasos firmes para convertirse en un productor de café nacional. Luego de décadas de ser un importante polo azucarero y citrícola, la región ahora mira hacia el café como una nueva oportunidad productiva.
La historia del café en Tucumán se remonta a un tiempo atrás, cuando en mayo de 2025 se publicó una entrevista en el diario La Gaceta al Sr. Martín Cabrales. Allí se informaba que pequeños productores de la provincia habían comenzado a explorar la posibilidad de cultivar café en sus tierras, abriendo una expectativa que hasta entonces parecía imposible.
La cafetera Moka, un ícono del café italiano, es la protagonista de este relato. Este artefacto, inventado en 1933 por Alfonso Bialetti, se popularizó en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en un símbolo del ritual del café. Su nombre, sin embargo, no proviene de un apellido italiano, sino que remite a la antigua ciudad portuaria de Moca, en Yemen, que durante siglos fue el principal centro exportador de café a nivel mundial.
Hoy, cuando alguien prepara un café en una cafetera Moka, evoca no solo la Italia de posguerra, sino también esa historia ancestral del café que se originó en Etiopía y llegó a Yemen antes de expandirse por el mundo. Y es en ese contexto que la aspiración de Tucumán cobra un significado especial.
La provincia, conocida por su tradición agrícola, busca ahora sumarse a la producción cafetera nacional, dejando atrás su legado azucarero y citrícola. De concretarse, sería un hito histórico que vincularía a Tucumán con el milenario mundo del café, desde las tierras altas de Etiopía hasta el puerto de Moca en Yemen y la cafetera Moka italiana.
Más allá de los desafíos que implica esta nueva apuesta productiva, el café podría convertirse en una nueva página de la historia agrícola de Tucumán, en un país que hoy importa casi la totalidad del café que consume. Una oportunidad para que el aroma del café tucumano se sume al ritual cotidiano de millones de argentinos.
