Mientras la política peruana parece una montaña rusa institucional, con presidentes que entran y salen por la puerta y el Congreso convertido en una sala de casting, la economía del país se ha mantenido sorprendentemente estable. Esta paradoja se explica, en parte, por la conducción técnica casi inamovible del Banco Central, que ha logrado mantener políticas monetarias sólidas a pesar de los vaivenes políticos.
Perú se encamina a unas elecciones presidenciales con un récord de 37 candidatos, un verdadero "zoológico" político donde las siglas ya no representan proyectos históricos, sino oportunidades coyunturales. Desde ex humoristas convertidos en candidatos, hasta políticos reciclados y empresarios con ego desbordado, la lista de aspirantes a Palacio de Gobierno es tan extensa como diversa.
En este escenario, figuras conocidas como Keiko Fujimori, José Luna Gálvez o Rafael Belaunde Llosa compiten junto a outsiders y alianzas híbridas que se declaran de centro, derecha o izquierda según convenga. El resultado es una papeleta que parece más un catálogo que una elección presidencial.
Mientras la política hace piruetas, el Banco Central mantiene el equilibrio macroeconómico, evitando que el "circo" político se incendie por completo. Esta paradoja refleja el verdadero misterio peruano: un país capaz de producir 37 aspirantes a la presidencia, pero apenas un puñado de consensos.
Bajo esta carpa multicolor, el problema no es que falten candidatos, sino que sobran funciones y nadie parece dispuesto a apagar las luces cuando el espectáculo ya terminó. La supervivencia del país exige firmeza y transparencia del próximo mandatario, así como la renuncia de quien preside la Judicatura, para poder reconstruir la confianza en las instituciones.












