El ladrillo, ese pequeño bloque de barro cocido, ha sido el protagonista silencioso en la construcción de la identidad arquitectónica de Bogotá. Desde sus orígenes míticos hasta su papel en la vivienda popular y la arquitectura monumental, este material ha dejado una huella imborrable en la capital colombiana.
La historia del ladrillo en Bogotá se remonta a la época precolombina, cuando los muiscas, habitantes originarios de la región, ya tenían una amplia tradición alfarera. Sin embargo, fue durante la Colonia cuando el uso del ladrillo se extendió, impulsado por la mano de obra indígena explotada por los conquistadores. Tras la Independencia, la producción continuó en manos de población indígena y campesina, ahora explotada por terratenientes y empresarios.
A principios del siglo XX, el proceso de profesionalización y tecnificación del ladrillo dio lugar a la aparición de las primeras ladrilleras industriales y sindicatos obreros. Fue en este contexto que surgió una generación de arquitectos, encabezada por figuras como Rogelio Salmona, Fernando "Chuli" Martínez Sanabria y Germán Samper, que adoptaron el ladrillo como material para crear un "nuevo lenguaje" en la arquitectura bogotana.
Salmona, en particular, se convirtió en un virtuoso del ladrillo, desarrollando formas de uso poco convencionales y otorgándole un valor escultórico a sus obras. Sus célebres Torres del Parque, con su espiral de ladrillos que parecen enredarse con las montañas, son consideradas una obra maestra de la arquitectura colombiana.
Pero el ladrillo no se limitó a la arquitectura monumental. También fue protagonista en la vivienda popular, impulsada por entidades como el Instituto de Crédito Territorial y la Caja de Vivienda Popular. Estos proyectos, junto con los programas de autoconstrucción, permitieron que el conocimiento adquirido por los obreros se trasladara a sus propias casas, convirtiendo al ladrillo en el "corazón de la arquitectura bogotana".
Hoy, el ladrillo sigue presente en la arquitectura contemporánea de la capital, combinado con nuevos materiales y lenguajes. Mucho más que un simple material, es una pieza de memoria, de mitos fundacionales, de trabajo explotado y organizado, de exploraciones arquitectónicas y de formas de habitar la ciudad. En Bogotá, el ladrillo sostiene una identidad urbana que, como el barro, es moldeada por quienes la habitan.











