El sistema de salud pública en Ecuador enfrenta múltiples desafíos, desde la violencia y la corrupción hasta la falta de credibilidad en el discurso político. Sin embargo, existe una oportunidad real para sanear y ordenar este sistema en el plazo de un año, si existe la decisión, el método y la autoridad necesarios.
La Red Pública Integral de Salud es enorme, con más de 10 millones de citas y 22 millones de atenciones anuales solo en el Ministerio de Salud Pública. Pero los hospitales neurálgicos que deben transformarse son pocos: el Teodoro Maldonado Carbo y Los Ceibos en Guayaquil, el Carlos Andrade Marín en Quito, y el Vicente Corral Moscoso en Cuenca. Si estos centros de alta complejidad se sanearan, el sistema de salud recuperaría credibilidad y propósito.
A diferencia de otros desafíos como el combate a la minería ilegal o el narcotráfico, el sistema de salud sí puede ordenarse con reglas claras, control efectivo y un plazo de un año. Esto exige medidas complejas pero ejecutables, enfrentando a las mafias enquistadas en el sistema, que no solo incluyen a los nombres ya conocidos, sino también a familias y personajes instalados en los barrios más ricos de Quito y Guayaquil.
El presidente ha demostrado en otros frentes que entiende la lógica de enfrentar a estos grupos con implacabilidad. Esta es la sugerencia y la esperanza: no puede haber otra actitud que no sea la implacabilidad frente a quienes reaccionarán con toda su capacidad de presión y de daño.
Sanear el sistema de salud es hoy una ruta real y contundente para recuperar algo esencial: la esperanza. El 2026 debe cerrar con esperanza, en contraste con el 2025. Es ahora o nunca.












