La emocionalidad, esa capacidad de tomar decisiones con un componente irracional pero profundamente humano, es la clave que nos diferencia de las máquinas y que, sin embargo, hemos descuidado como seres humanos.
En un mundo cada vez más dominado por la inteligencia artificial, la discusión sobre las diferencias fundamentales entre humanos y máquinas suele centrarse en las emociones y la consciencia. Estas ideas nos dan cierta sensación de control, como si aún tuviéramos alguna ventaja frente a esa fuerza imparable que es la tecnología. Pero la realidad es que aquello que creemos que nos hace especiales es, justamente, lo que más hemos dejado de lado.
La emocionalidad incluye matices difíciles de explicar y guía gran parte de nuestras acciones, incluso cuando creemos estar actuando de manera fría y objetiva. Muchas de las decisiones que luego justificamos con lógica nacieron, en realidad, de una emoción. En el ámbito financiero, por ejemplo, las personas suelen decidir desde el miedo, los sesgos o el ego, aunque intenten vestir esas decisiones de análisis racional.
Paradójicamente, invertimos muy poco en desarrollar nuestra emocionalidad, pese a ser uno de nuestros principales diferenciadores frente a las máquinas. Aprender a reconocer y regular las emociones es una habilidad que se puede entrenar y que resulta fundamental para tomar decisiones acertadas.
La segunda característica superhumana, la consciencia, también es una capacidad que hemos abandonado. Entre el abuso de las pantallas y la sobreexposición a información, pasamos más tiempo viviendo realidades ajenas que prestando atención a lo que ocurre frente a nosotros. Nunca hemos estado tan informados y tan poco conscientes.
Es irónico que las capacidades que creemos que nos hacen humanos sean precisamente las que más estamos descuidando. Tal vez la pregunta no sea qué nos diferencia de las máquinas, sino qué estamos haciendo para no perder lo que nos hace humanos. Recuperar nuestra emocionalidad y nuestra consciencia puede ser la clave para mantener nuestra ventaja frente a la inteligencia artificial.











