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Docentes en Chile enfrentan incertidumbre laboral cada fin de año escolar

Docentes en Chile enfrentan incertidumbre laboral cada fin de año escolar

La llegada de diciembre suele ser un momento de incertidumbre laboral para miles de docentes en Chile. Es habitual que las direcciones de los colegios ajusten sus plantas y se produzcan despidos, lo que genera una situación de inestabilidad que trasciende lo meramente administrativo.

Según datos recientes, más de 22.000 docentes han abandonado el sistema escolar chileno en los últimos años, una proporción significativa de ellos antes de los 40 años. Esta situación no puede ser interpretada únicamente como un fenómeno individual o una falta de vocación profesional, sino que constituye un indicador estructural que obliga a preguntarse por las condiciones laborales, emocionales y profesionales que hoy ofrece la docencia en el país.

La enseñanza es una práctica profundamente relacional que se sostiene en vínculos, confianza y estabilidad emocional. Cuando los docentes ejercen su labor en contextos de incertidumbre laboral permanente, ese espacio se ve tensionado, lo que impacta directamente en el bienestar psicológico, la disposición pedagógica y la capacidad de sostener procesos educativos de largo plazo.

La rotación docente que se produce como consecuencia de estas desvinculaciones no es un fenómeno neutro. Cada cambio de profesor implica un proceso de ajuste emocional, relacional y pedagógico para los estudiantes, lo que debilita la calidad educativa y profundiza las desigualdades, especialmente en contextos de mayor vulnerabilidad social.

Además, la evaluación docente como práctica recurrente se vive, en muchos casos, como un proceso de alta exigencia emocional y administrativa, especialmente en los primeros años de ejercicio profesional y en contextos de inestabilidad contractual. Esto abre la pregunta de cómo asegurar que la evaluación cumpla efectivamente un rol formativo cuando no está acompañada de condiciones mínimas de estabilidad, mentoría y apoyo profesional sostenido.

Otro aspecto poco abordado es cómo se concibe el desarrollo de la carrera docente a lo largo del tiempo. Hoy, la permanencia en aula aparece como la única trayectoria posible, sin considerar que, tras décadas de trabajo directo emocionalmente intensivo, muchos docentes podrían aportar desde otros roles pedagógicos, como la mentoría de docentes principiantes, la formación interna de equipos o el liderazgo educativo.

La evidencia internacional muestra que los sistemas educativos que logran retener a sus docentes jóvenes son aquellos que ofrecen trayectorias claras, mentorías sistemáticas, estabilidad laboral y reconocimiento progresivo. En este sentido, la deserción docente temprana debiera ser interpretada como un indicador de alerta para el Estado, no solo por la pérdida de capital humano, sino porque revela un modelo que exige más de lo que cuida.

Todas estas transformaciones requieren financiamiento estructural. Incorporar el fortalecimiento del sistema educativo en la discusión sobre el uso de la renta estratégica del país, como el royalty minero, no es ideológico, sino coherente con la comprensión de la educación como un derecho social que requiere condiciones materiales para sostenerse.

Cuando el aula se vacía a fin de año, no solo se produce una desvinculación contractual. Se interrumpen procesos, se debilitan vínculos y se tensiona la promesa educativa que el Estado hace a niños, niñas y adolescentes. Repensar la estabilidad docente, la evaluación, las trayectorias profesionales y el financiamiento no es una demanda corporativa, sino una reflexión necesaria si se aspira a un sistema educativo que se sostenga en el tiempo, con sentido, equidad y humanidad.

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