El primer año de gobierno de una administración no es un año cualquiera. Es el momento en el que se define el carácter de un gobierno: si se gobernará con improvisación o con método; si se promete mucho o se marca una ruta; si se limita a administrar el presente o se generan resultados de largo aliento. Para el segundo piso de la Cuarta Transformación, 2025 ha sido ese año definitorio.
Era necesario hacer un corte de caja. Este no ha sido un año sencillo, no solo por los desafíos nacionales que no son pocos en un país históricamente marcado por la desigualdad y la violencia , sino también por un contexto internacional complejo. La presidencia de Donald Trump ha generado tensiones globales a partir de amenazas de aranceles y discursos de intervención que han impactado a múltiples economías.
Frente a este escenario, el gobierno de la Presidenta de la República ha sabido conducirse con inteligencia y carácter. Ha defendido la soberanía nacional al tiempo que impulsa un cambio profundo de régimen. Y aunque a algunos dentro y fuera pueda incomodarles, lo cierto es que la Presidenta ha cumplido lo prometido.
En 2025 se avanzó en la separación entre el poder político y el poder económico. Uno de los casos más emblemáticos ha sido el cobro de adeudos fiscales históricos al SAT por parte de grandes corporaciones. Se consolidó la austeridad republicana y se establecieron reglas claras contra el nepotismo. A pesar de los pronósticos de ciertos analistas, se mantuvo la estabilidad macroeconómica, con finanzas públicas responsables y sin endeudamiento excesivo.
Este año también marcó una transformación profunda del Estado. Decisiones históricas como el voto popular para el Poder Judicial y la reforma de la no reelección sentaron las bases de una democracia más auténtica, con mayor participación ciudadana y controles reales al poder.
Pero gobernar no es solo ordenar al Estado: es ponerlo al servicio del pueblo. Por ello, en 2025 se garantizó la continuidad de los Programas para el Bienestar; se instauró la pensión para mujeres de 60 a 64 años; se fortaleció el Banco del Bienestar; se impulsaron créditos a mujeres indígenas artesanas; y se creó el programa Alimentación para el Bienestar. Son políticas sin intermediarios, que llegan de manera directa a quienes más lo necesitan. Para el próximo año, además, se proyecta el presupuesto más grande en la historia destinado al Bienestar.
Este año significó también avances históricos para quienes fueron relegados durante décadas. Se creó la Secretaría de las Mujeres; se reconocieron derechos agrarios a mujeres; se impulsó una Cartilla de Derechos y redes comunitarias de cuidado; y se avanzó en el reconocimiento y la justicia para los pueblos indígenas. Por el bien de todos, primero quienes durante años fueron marginados y excluidos por los gobiernos prianistas.
En el ámbito laboral se registraron algunos de los avances más relevantes: los salarios crecieron por encima de la inflación; se fortalecieron las pensiones; y se garantizó seguridad social a trabajadores de plataformas digitales. Además, la Presidenta de la República firmó la Reforma de las 40 horas laborales, que será discutida y con alta probabilidad aprobada el próximo año.
En materia de salud comenzaron a consolidarse servicios básicos que dignifican la atención. Un ejemplo de ello son las Rutas de la Salud, con la distribución de más de 100 millones de medicamentos en apenas cuatro meses de operación. En infraestructura y soberanía se avanzó con proyectos estratégicos, se ordenaron concesiones de agua y se fortaleció una estrategia nacional de paz y seguridad que ha logrado una reducción del 35% en homicidios en un solo año, así como descensos relevantes en otros delitos de alto impacto.
Nada de esto es casualidad. Es el resultado de un proyecto que entiende que las transformaciones profundas no se construyen de un día para otro. Los compromisos son de sexenio, pero los resultados ya comenzaron. 2025 cierra con un mensaje claro: hay rumbo, hay resultados y hay responsabilidad histórica.
