Venezuela termina el año con una paradoja cada vez menos disimulada: mientras el acceso formal a divisas sigue siendo limitado y fragmentado, buena parte de la economía privada ha encontrado en las criptomonedas, especialmente en las stablecoins, un mecanismo funcional para sostener pagos, remesas y operaciones transfronterizas.
Según datos de la Academia Blockchain Cripto de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), cerca del 70% de las operaciones que requieren moneda dura en Venezuela se canalizan a través de mecanismos vinculados a criptomonedas, frente a un 30% que aún depende de dólares en efectivo o transferencias tradicionales.
El fenómeno se intensificó durante el segundo semestre de 2025, cuando la escasez de divisas se volvió más evidente y obligó al sector privado a buscar vías alternativas para cumplir compromisos con proveedores internacionales y preservar valor frente a la depreciación del bolívar.
Aníbal Garrido, director de la Academia Blockchain Cripto de la UCAB, señala que el protagonismo lo asumió el empresariado, que pasó de usar activos digitales como resguardo a integrarlos en su operatividad diaria. "No estamos frente a una adopción de moda. Es una adopción motivada por necesidades reales", afirma.
Según cifras de la Cámara Venezolana de Comercio Electrónico (Cavecom-e), en julio de 2025 alrededor del 40% de las remesas que ingresaban al país se realizaban en criptomonedas estables, y para noviembre, esa proporción habría escalado hasta el 90%, con el USDT como vehículo dominante.
El fenómeno no se limita a los flujos entrantes. También aumentaron las remesas salientes desde Venezuela hacia países como Colombia, Ecuador y Perú, lo que refleja una mayor movilidad económica y el uso de criptoactivos para envíos familiares inversos.
Uno de los debates más visibles en 2025 ha sido el uso del precio del USDT como referencia cambiaria. Garrido considera que allí hay una confusión conceptual, ya que el USDT es un activo digital intangible, con un tratamiento contable distinto al del dólar emitido por la Reserva Federal.
Sin embargo, Richard Ujueta, de Cavecom-e, adopta una postura más pragmática y afirma que el error no está en usar criptomonedas como referencia, sino en subestimar su capacidad para cumplir funciones básicas del dinero: intercambio y preservación de valor.
De cara a 2026, ambos expertos coinciden en que el ecosistema cripto en Venezuela entrará en una fase de mayor institucionalización, con una integración más profunda de las stablecoins en los procesos empresariales y esquemas híbridos que combinen mecanismos centralizados y descentralizados.
El mayor desafío seguirá siendo el conocimiento. Llevar educación financiera y tecnológica a una población golpeada por años de crisis no es menor. Pero si algo deja claro el cierre de 2025 es que, en Venezuela, las criptomonedas ya no son una promesa futura, sino una pieza silenciosa y cada vez más estructural del funcionamiento económico diario.
