La parroquia García Moreno, en Guayaquil, es un sector que vive a diario con problemas de inseguridad, falta de iluminación y mala disposición de basura, pero en el que aún sobrevive ese espíritu de barrio y cuyos habitantes luchan por sacarlo adelante.
Esta zona alberga uno de los espacios religiosos más emblemáticos de la ciudad: la iglesia del Cristo del Consuelo, que cada Viernes Santo congrega a miles de feligreses católicos. Sin embargo, desde hace años es común ver a consumidores de droga ocupar esquinas y otros espacios públicos.
"El Cristo del Consuelo siempre ha sido una zona peligrosa. Por más que la Policía dé vueltas, usted a cualquier hora ve a los 'hacheritos'. Aquí no hay orden y no sé si algún día lo tendremos", expone Luisa Rugel, residente del sector desde hace más de 30 años.
Los habitantes han "aprendido a convivir con el peligro" ante la inacción de las autoridades. Otro de los problemas que aqueja a los moradores es la velocidad con la que cruzan ciertas unidades de transporte urbano por las calles del barrio, así como la falta de mantenimiento de los paraderos.
"Van haciendo competencia (los buses). Esos buses que se caen a pedazos siguen dando el servicio; a veces no paran, sobre todo en las mañanas. El mismo problema de siempre", señaló Mónica Daquilema, residente en la avenida del Ejército y Vacas Galindo.
Otro espacio reconocido de la parroquia Febres Cordero es el mercado Jockey, ubicado en las calles José de Antepara y Bolivia. Residentes de ese sector insisten en que un paso peatonal, ubicado a una cuadra, es un punto de insalubridad y refugio de consumidores de droga.
"El Municipio viene a limpiar, pero los consumidores vuelven. Siempre uno ve tirados cuchillos; el año pasado dejaron un machete. Es gente peligrosa la que se pone en el puente (paso peatonal). Y la gente tiene miedo de cruzar, lógicamente. ¿Cómo va a cruzar si le pueden robar? Y aquí cerca hay una UPC", lamentó Clemente Hidalgo, habitante del sector.
Al avanzar hacia el centro de la ciudad, en las últimas cuadras de la parroquia, aparecen las icónicas casas colectivas del IESS, asentadas entre Gómez Rendón y la avenida del Ejército. Según denuncias reiteradas, este espacio residencial se ha convertido en un símbolo de abandono y preocupación, tomado por bandas criminales a pesar de la presencia policial.
"No hay forma de que algo se arregle acá. Ya uno conoce quién vende (droga), quién anda en cosas chuecas, pero ¿cómo se los va a denunciar? Estamos a la deriva en las colectivas y seguiremos así", lamentó un habitante del sitio que prefirió mantener el anonimato.
Quienes viven en esta parroquia esperan ser tomados en cuenta para una regeneración urbana en sus cuadras y no perder esa vida de barrio que aún sigue vigente. Y también, por supuesto, exigen seguridad y paz.



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