La pregunta no es si la regulación de economías ilegales como el narcotráfico es posible, sino si estamos dispuestos a pensarlo. Expertos analizan cómo la historia muestra que muchos bienes y servicios hoy aceptados atravesaron largos períodos de sospecha y prohibición antes de normalizarse.
El narcotráfico suele presentarse como una anomalía histórica y un quiebre moral sin precedentes. Sin embargo, el análisis de casos como la expansión comercial del opio por el Imperio Británico, la estigmatización inicial del café o la regulación del alcohol, revela que la clave no está en la sustancia en sí, sino en si hay un poder capaz de controlar sus beneficios económicos.
"La moralización por sí sola nunca ha sido una estrategia eficaz. Europa y Estados Unidos lo viven ahora, cuando estos mercados dejan de ser un problema periférico", señala uno de los expertos consultados. La pregunta incómoda es quién define qué comercio es aceptable y cuál es intolerable.
En América Latina, la respuesta suele estar en élites formadas bajo parámetros europeos y estadounidenses, que replican las categorías morales de los antiguos centros de poder. "Condenamos aquello que nunca pudimos -o supimos- gobernar estratégicamente", apunta el análisis.
Cambiar la narrativa dominante implica revisar la herencia intelectual de la Colonia. Esto resulta mucho más difícil que desplegar policías o aprobar leyes. La historia muestra que los órdenes duraderos no se imponen solo prohibiendo, sino integrando y regulando lo que antes se rechazaba.
La pregunta clave, entonces, no es si la regulación de economías ilegales es posible, sino si estamos dispuestos a pensarlo y asumir los desafíos que ello conlleva.









