Según el informe del Mastercard Economics Institute, Latinoamérica enfrentará en 2026 una inflación en descenso y un crecimiento moderado, en un contexto global marcado por la fragmentación comercial, la presión fiscal y la desigual adopción tecnológica entre países.
El estudio proyecta una inflación global del 3.4% y un crecimiento del 3.1% para ese año. Estas cifras aliviarán las presiones financieras externas y los costos de importación para las economías abiertas y dependientes del comercio, como las de la región.
En Latinoamérica, la menor inflación permitirá cierta recuperación del poder adquisitivo, aunque el consumo seguirá siendo cauteloso, orientado más a experiencias como viajes y eventos que a bienes duraderos. Gustavo Arruda, economista jefe de Mastercard para América Latina y el Caribe, destaca que los hogares "son notablemente adaptativos", apoyados por mercados laborales resilientes y transferencias fiscales focalizadas.
Tres fuerzas estructurales marcarán el 2026: el realineamiento del comercio global, la acelerada inversión en inteligencia artificial y el mayor gasto fiscal. Estas dinámicas redefinen las cadenas de suministro, presionan los precios relativos y favorecen a las economías y empresas con mayor flexibilidad institucional y capacidad tecnológica.
El desempeño de los países latinoamericanos será heterogéneo. Brasil y México crecerán por debajo de su potencial, mientras Argentina muestra un rebote y los países andinos dependen del consumo y la estabilidad fiscal.
En resumen, el informe sugiere que 2026 será un año de transición más que de auge para la región. El menor ritmo inflacionario brinda oxígeno, pero el desempeño dependerá de reformas, responsabilidad fiscal y apertura al capital privado. La adopción tecnológica y la integración comercial flexible serán claves para definir a los ganadores y rezagados.
