Un estudio a largo plazo realizado en Suecia sugiere que el consumo regular de lácteos ricos en grasa, como queso cheddar, brie, gouda y nata entera, se asocia con un menor riesgo de desarrollar demencia en comparación con quienes apenas los consumen.
La investigación, publicada en la revista 'Neurology', siguió a 27.670 adultos suecos durante aproximadamente 25 años, periodo en el que se diagnosticó demencia a 3.208 personas. Los resultados muestran que quienes tomaban al menos 50 gramos diarios de queso graso, aproximadamente dos lonchas de cheddar, tenían un 13% menos de riesgo de desarrollar demencia que quienes consumían menos de 15 gramos al día.
Asimismo, el consumo diario de al menos 20 gramos de nata con alto contenido graso, alrededor de una o dos cucharadas, se asoció a un 16% menos de riesgo de demencia en comparación con quienes no tomaban nada.
"Al analizar tipos concretos de demencia, observamos un 29% menos de riesgo de demencia vascular en las personas que comían más queso graso", explicó Emily Sonestedt, epidemióloga nutricional en 'Lund University' y autora principal del estudio. "También vimos un menor riesgo de la enfermedad de Alzheimer, pero solo entre quienes no portaban la variante del gen APOE e4, un factor de riesgo genético".
Sin embargo, los expertos advierten que el estudio no demuestra un vínculo causal entre los lácteos ricos en grasa y la reducción del riesgo de demencia. El doctor Richard Oakley, de la Alzheimer's Society, señaló que factores de estilo de vida como la actividad física, una dieta equilibrada, dejar de fumar y moderar el consumo de alcohol desempeñan un papel mucho más importante.
"Esta investigación no demuestra que comer más lácteos ricos en grasa, como queso o nata, reduzca nuestro riesgo de desarrollar demencia. Las pruebas indican que dejar de fumar, mantenerse físicamente activo, seguir una dieta sana y equilibrada, controlar las enfermedades crónicas y beber menos alcohol influyen mucho más en la reducción del riesgo de demencia que centrarse en un solo alimento", afirmó Oakley.
Por su parte, la profesora Tara Spires-Jones, del Centre for Discovery Brain Sciences de Edimburgo, señaló otra limitación del estudio: la dieta de los participantes se midió una sola vez, 25 años antes de analizar los diagnósticos de demencia, por lo que es muy probable que la dieta y otros factores del estilo de vida hayan cambiado en ese período.
"Hay pruebas sólidas en el conjunto del campo que indican que una dieta saludable, el ejercicio regular y las actividades cognitivamente estimulantes pueden reforzar la resiliencia del cerebro. No hay pruebas sólidas de que un alimento por sí solo proteja frente a la demencia", concluyó la investigadora Spires-Jones.












