La victoria de José Antonio Kast en las elecciones presidenciales de Chile marca un punto de inflexión en la política de América Latina. Más allá de simpatías o antipatías, la derecha ha resurgido en la región, desafiando la narrativa de que el progresismo era imparable.
Durante años se repitió que la derecha estaba condenada a desaparecer, pero la realidad ha desmentido ese relato. La victoria de Kast en Chile, así como el avance de la derecha en otros países como Argentina, Ecuador y Bolivia, muestra que el electorado latinoamericano está buscando alternativas ante la decepción con los proyectos progresistas.
Kast no llegó al poder por accidente, sino por factores como la inseguridad, el desgaste del progresismo, el incumplimiento de promesas y una izquierda que, según el análisis, confundió derechos con permisividad y justicia social con improvisación. Chile, presentado como el laboratorio del progresismo regional, terminó reflejando las contradicciones de estos proyectos.
"Reformas ambiciosas y una excesiva ideologización del Estado chocaron con la vida cotidiana. El chileno promedio no votó por nostalgia, sino por orden, seguridad y sentido común, conceptos subestimados por la izquierda durante años", señala el texto.
Esta nueva derecha, sin embargo, no debe caer en la soberbia. La victoria de Kast no es un cheque en blanco, sino un mandato condicionado a resolver problemas reales, no a crear enemigos imaginarios. El electorado latinoamericano castiga rápido y sin romanticismos.
En definitiva, el péndulo político vuelve a moverse en América Latina, impulsado por ciudadanos cansados de promesas incumplidas. Chile marca hoy un punto de inflexión y el mensaje es claro: cuando el Estado se vuelve ineficaz y corrupto, la gente busca alternativas, incluso en la derecha.
