El gobierno de Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, ha aprobado una nueva venta de armamento a Taiwán por un valor de 11.100 millones de dólares, la segunda desde que el presidente estadounidense volvió a la Casa Blanca en enero. Esta decisión ha provocado una airada reacción de China, que reclama a Taiwán como parte de su territorio y no descarta tomar su control por la fuerza.
El paquete de armas aprobado por Washington incluye sistemas de cohetes HIMARS, obuses, proyectiles antitanque, drones y piezas para otros equipos militares. Según el Ministerio de Defensa taiwanés, esta venta demuestra una vez más el "firme compromiso de Estados Unidos con la seguridad de Taiwán".
La isla de régimen democrático se ha comprometido a aumentar sus inversiones en tecnología militar ante las crecientes presiones de China, que considera a Taiwán como parte de su territorio. Si bien Taiwán tiene su propia industria de defensa, su ejército se vería superado ampliamente en un conflicto con China, por lo que sigue dependiendo en gran medida de las armas estadounidenses.
Estados Unidos, por su parte, no reconoce a Taiwán como país, pero es el mayor garante de la seguridad de la isla. Sus suministros de armamento son vistos como un elemento disuasorio clave contra un posible ataque de Pekín.
La decisión de la administración Trump de aprobar esta nueva venta de armas a Taiwán se produce en un momento de creciente tensión entre China y Estados Unidos, que han protagonizado una guerra comercial y han chocado en temas como Hong Kong, el Mar de China Meridional y el origen de la pandemia de COVID-19.
China ha urgido a Washington a "acatar el principio de una sola China" y a "parar de inmediato las peligrosas acciones de armar a Taiwán". Sin embargo, el consenso entre los partidos políticos en Estados Unidos sobre la defensa de Taiwán hace poco probable que el acuerdo fracase en el Congreso.
La venta de armas a Taiwán se produce en un contexto de creciente preocupación por la seguridad en la región del Pacífico, donde China ha aumentado su presencia militar y sus reclamos territoriales. Esta decisión de la Casa Blanca es vista como un desafío a las aspiraciones de Pekín y un refuerzo del apoyo estadounidense a la isla.
