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Derecha radical en América Latina domina la comunicación digital y explota la alienación psicológica

Derecha radical en América Latina domina la comunicación digital y explota la alienación psicológica

La región latinoamericana vive un giro hacia la derecha, impulsado por la capacidad de este sector político para explotar las herramientas de la comunicación digital y la psicología política, mientras la izquierda parece desarmada ante esta ofensiva.

En las últimas décadas, el péndulo político en América Latina ha oscilado entre gobiernos progresistas y conservadores, con promesas de justicia social y discursos de orden y seguridad. Sin embargo, el panorama actual presenta un matiz diferente, donde la derecha radical ha aprendido a dominar el terreno de las redes sociales y la propaganda mediática.

La derecha ha comprendido que la batalla política del siglo XXI se libra en el ecosistema digital, donde logra imponer narrativas simples y emocionales que penetran rápidamente en la opinión pública. Mientras tanto, la izquierda suele apostar por discursos más complejos y racionales, que no logran competir en un entorno dominado por la inmediatez y el impacto emocional.

Además, la propaganda tradicional se ha alineado con esta estrategia, amplificando los mensajes de orden, seguridad y disciplina, y minimizando o caricaturizando las propuestas de justicia social. El resultado es una asimetría comunicacional que permite a la derecha marcar la agenda, dejando a la izquierda respondiendo a contracorriente.

Pero la supremacía de la derecha no se limita solo a la propaganda. Históricamente, este sector político ha recurrido al fraude electoral y a la manipulación institucional para mantenerse en el poder. Cuando pierden, acusan sistemáticamente a la izquierda de fraude, buscando deslegitimar al adversario y sembrar dudas sobre la democracia.

Este doble estándar erosiona la confianza ciudadana y alimenta la idea de que las reglas del juego solo se respetan cuando favorecen a un sector. Además, la derecha ha convertido la alienación en una estrategia central, promoviendo valores tradicionales, convenciendo a sectores populares de que sus intereses coinciden con los de las élites y transformando el miedo a la inseguridad en adhesión a proyectos autoritarios.

La izquierda, al no identificar o contrarrestar estas formas de alienación, queda desarmada frente a un adversario que juega en el terreno psicológico más que en el racional.

Otro rasgo notable es el oportunismo político de ciertos gobernantes, que en lugar de construir proyectos soberanos, se alinean con la política exterior de Estados Unidos, particularmente con la línea republicana y la figura de Donald Trump. Esta subordinación a Washington se convierte en un recurso de legitimidad, aunque implique sacrificar soberanía y profundizar la dependencia.

El desafío para la izquierda es recuperar la conciencia crítica de los ciudadanos, fortalecer las instituciones democráticas y denunciar con claridad la subordinación de ciertos gobiernos a intereses externos. La verdadera batalla no es solo electoral, sino cultural y psicológica, y requiere de propuestas que despierten esperanza, que convoquen a la resistencia ética y que recuerden que la soberanía no se negocia ni se entrega.

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