Texas, la segunda economía más grande de Estados Unidos, enfrenta una crisis del agua cada vez más aguda que amenaza su crecimiento económico y desarrollo. La escasez hídrica ha obligado a las autoridades a racionar el suministro y ha provocado pérdidas millonarias en la producción agrícola, golpeando sectores clave como el azúcar, el algodón y los cítricos.
La situación se ha vuelto tan crítica que Texas planea realizar enormes inversiones de 20,000 millones de dólares en las próximas dos décadas para desarrollar nuevas fuentes de agua y reparar su deteriorada infraestructura. Sin embargo, la solución no es sencilla, ya que involucra complejas negociaciones con México por el uso compartido del río Bravo.
El problema del agua en Texas va más allá de la disputa con México impulsada por el expresidente Trump. Se trata de un desafío existencial para el estado, que enfrenta los estragos del cambio climático y debe replantear su cultura del uso del agua. Expertos advierten que, sin acciones urgentes, la escasez hídrica podría convertirse en el principal obstáculo para el crecimiento de la segunda economía más grande de Estados Unidos.
Las autoridades texanas buscan modernizar el acuerdo de 1944 con México para definir con mayor precisión las situaciones de emergencia que impidan la entrega del agua. Además, reclaman mayores compromisos de inversión del lado mexicano en infraestructura hídrica. Por su parte, México deberá enviar 249 millones de metros cúbicos de agua en las próximas semanas, pero la preocupación persiste en estados como Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas por el impacto que esto tendrá en su propio suministro.
La crisis del agua en Texas es un reflejo de los desafíos que enfrentan muchas regiones del mundo ante los efectos del cambio climático. La búsqueda de soluciones innovadoras y la cooperación internacional serán cruciales para garantizar el desarrollo sostenible de esta vital región económica.
