La crisis del transporte público en Cuba se ha convertido en una batalla diaria para miles de ciudadanos. Con una flota de ómnibus envejecida y en constante deterioro, el sistema estatal lucha por cubrir la demanda de pasajeros, obligando a los viajeros a recurrir a servicios privados más costosos pero más eficientes.
La terminal de ómnibus de Villanueva, en La Habana, es un reflejo de esta realidad. Allí, cientos de pasajeros esperan su turno en la "lista de fallos", una especie de lotería que les puede dar un asiento de regreso a sus provincias. Mientras tanto, los pregoneros ofrecen salidas inmediatas en vehículos privados, a tarifas que superan con creces los límites establecidos.
Según el director general de Ómnibus Nacionales, Walter Luis Duvergel, el sistema estatal enfrenta serias restricciones. De una flota de 558 ómnibus, solo 219 se encuentran en funcionamiento, lo que sitúa el coeficiente de disponibilidad técnica en apenas el 49%. Para cubrir la programación nacional se necesitarían al menos 320 vehículos, un déficit que obliga a sobreexplotar los existentes y provoca constantes roturas en los caminos.
"Hoy tenemos una flota envejecida, con más de cinco años de utilización en la mayoría de los ómnibus. Eso nos obliga a trabajar con lo que tenemos, y garantizar combustible y mantenimiento en la medida de lo posible. El objetivo es sostener el servicio, aunque sabemos que no siempre se logra cubrir el encargo social", explicó Duvergel.
Esta realidad se refleja en el día a día de los conductores, como Osmani Ramírez Mendoza, quien con 18 años de experiencia, debe mantener la alerta en la carretera, enfrentando riesgos como la neblina y los animales sueltos, mientras transporta a 44 pasajeros, entre ellos niños y ancianos.
Ante la insuficiencia del transporte estatal, ha surgido un mercado paralelo de servicios privados, conocidos como "arrendados". Estos vehículos, en muchos casos antiguos guaguas renovadas, ofrecen una alternativa más rápida y flexible, pero a un costo mucho más elevado. El Estado ha establecido tarifas máximas, pero en la práctica estos límites suelen ser superados, dejando a los ciudadanos sin más opción que pagar la diferencia.
"Si quiero llegar a tiempo, pago más, pero sé que llego", afirma Wilber Galeano, un joven baracoense que ha recurrido a estos servicios privados. Sin embargo, este mercado también presenta problemas de desorganización y acceso irregular a recursos, lo que ha propiciado casos de especulación y venta ilegal de boletos.
En este escenario, el reto no es solo mantener la rueda girando, sino ejercer un control más efectivo que garantice orden, equidad y estabilidad en un sistema que, de lo contrario, continuará reproduciendo sus propias brechas.










