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La aspirina, un aliado inesperado en la lucha contra el cáncer

La aspirina, un aliado inesperado en la lucha contra el cáncer
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Durante décadas, la aspirina ha sido conocida como un analgésico y antiinflamatorio accesible, usado para aliviar el dolor o bajar la fiebre. Sin embargo, nueva evidencia científica sugiere que este fármaco común podría tener un papel mucho más profundo: reducir el riesgo de ciertos tipos de cáncer. Un estudio reciente publicado en The New England Journal of Medicine (NEJM) arroja luz sobre el mecanismo biológico que explicaría este efecto.

Investigadores del University College London (UCL), en el Reino Unido, identificaron cómo la aspirina podría actuar en la prevención del cáncer. El hallazgo clave es que el medicamento suprime la activación de las plaquetas, unas células sanguíneas tradicionalmente asociadas a la coagulación, pero que también influyen en procesos inflamatorios y tumorales.

Durante años se había observado que las personas que tomaban aspirina tenían menor incidencia de algunos cánceres, pero no se comprendía con claridad el porqué. Este nuevo estudio ofrece una explicación sólida que podría transformar las estrategias de prevención, especialmente en personas con riesgo hereditario.

La investigación revela que las plaquetas no solo ayudan a detener hemorragias. Cuando se activan de forma persistente, pueden favorecer el crecimiento tumoral, aumentar la inflamación y proteger a las células cancerosas del sistema inmunitario, facilitando su diseminación. En modelos animales, los científicos observaron que la activación plaquetaria promueve la formación de nuevos tumores. En contraste, la aspirina bloquea este proceso, limitando la inflamación y dificultando que las células cancerosas prosperen.

Uno de los datos más relevantes proviene del ensayo CAPP-3, centrado en personas con síndrome de Lynch, una condición genética que eleva el riesgo de cáncer colorrectal y otros tumores. Los resultados demostraron que dosis bajas de aspirina (75 a 100 mg diarios) son tan eficaces como dosis más altas para reducir el riesgo de cáncer hereditario. Esto refuerza la hipótesis de que el efecto protector de la aspirina está directamente relacionado con su acción sobre las plaquetas, y no únicamente con su capacidad antiinflamatoria general.

El proyecto internacional SPARC, que reúne expertos en farmacología, genética molecular y ensayos clínicos, busca responder una pregunta clave: qué personas se benefician más de la aspirina y en qué contexto clínico. Estudios como Add-Aspirin y ALASSCA analizan si este fármaco puede reducir la recurrencia del cáncer tras cirugía, considerando incluso las características genéticas de los tumores.

Estos avances son especialmente esperanzadores para pacientes con riesgo hereditario, quienes podrían contar con una herramienta preventiva sencilla y accesible. Sin embargo, los expertos subrayan que la aspirina no está exenta de riesgos. Su uso regular puede aumentar el riesgo de hemorragias, por lo que no debe tomarse de forma preventiva sin supervisión médica. Aún se necesitan más estudios para definir con precisión quiénes deben usarla, durante cuánto tiempo y en qué dosis.

Este descubrimiento no convierte a la aspirina en una "cura", pero sí en una posible aliada en la prevención del cáncer, basada en mecanismos biológicos concretos. Comprender cómo actúa permite avanzar hacia una medicina más personalizada, donde tratamientos simples puedan marcar una diferencia real en la vida de los pacientes.

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