Panamá se encuentra en una encrucijada geopolítica, enfrentando una renovada y violenta presión de Estados Unidos por reducir sus lazos con China y mantener a Latinoamérica como su "patio trasero". A pesar de una larga historia de intervención estadounidense en el país, el gobierno panameño y la Asamblea Nacional parecen apoyar las medidas intervencionistas de Washington.
En los últimos días, se dio a conocer un documento de Estados Unidos que actualiza la doctrina Monroe, buscando limitar los vínculos de Panamá con la República Popular China, la primera economía mundial. Esto se ha traducido en un repertorio de acciones, desde posibles invasiones y sanciones hasta chantaje con aranceles y golpes de Estado.
Un claro ejemplo de esta injerencia es el reciente viaje de diputados panameños a Taiwán, que derivó en el anuncio de la apertura de una oficina de negocios con la isla, en contra del principio de "una sola China" reconocido internacionalmente. Esto, sumado a la destrucción de un monumento sobre la presencia china en Panamá y la aceptación de que el Canal es un recurso estratégico estadounidense, evidencia una alarmante "regresión en la historia nacional" desde el Tratado Hay Bunau-Varilla de 1903.
Para el ex candidato a la vicepresidencia y economista político, Panamá está renunciando a sostener relaciones económicas provechosas con China, su segundo socio comercial y principal usuario de la Zona Libre de Colón. Esto implica un "suicidio económico" al aislarse de las principales rutas comerciales del futuro y perder oportunidades en cadenas de producción y suministro.
En un mundo multipolar, Panamá debe ser un país libre que pueda ser amigo tanto de Estados Unidos como de China, sin imposiciones, y convertirse en un "auténtico puente del mundo", no solo un "apéndice imperial" que dependa de alguna potencia. De lo contrario, se arriesga a quedar con una economía "desechada, atrasada y aislada", advierte el autor.
